LM no es una marcha de cigarrillos. Si acaso tiene un aire en el humo que desprende, la facilidad a la que se consumen sus proyectos y el resultado final: ceniza en estado puro que desaparece ante el más leve de los soplidos.

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LM ... es la megafactoría berciana dedicada a la fabricación de palas eólicas, de ese elemento clave para levantar 'molinos de viento'. Propiedad de General Electric, encontró una década atrás en el Bierzo un 'nido' bien acomodado para sus proyectos, un espacio en el que se confunden la desesperación y la necesidad laboral con lucrativos intereses empresariales.

Cuando la firma llegó al Bierzo no fueron pocos los que se preguntaron cómo una factoría de estas dimensiones elegía precisamente esa zona de la provincia de León para plantar los cimientos de sus instalaciones.

El Bierzo no era un punto nuclear para el desarrollo de su negocio por muchos parques eólicos que nacieran en su entorno de la misma e incluso resultaba complejo sacar de esa zona un producto manufacturado tan dificultoso en sus movimientos como las hoy demandadas palas eólicas.

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LM, como en su día hiciera la ya desaparecida Vestas en la localidad de Villadangos del Páramo, simplemente ha acudido al calor de esa necesidad laboral que indirectamente provoca una fuerte apuesta institucional mediante subvenciones públicas.

Y por ahí sí. La fuerte inyección institucional, las formidables ayudas públicas y el enorme cariño que provoca la creación de empleo sí que completan el 'caldo' ideal para la ubicación empresarial en polígonos industriales aparentemente poco interesantes.

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La vida de Vestas, del mismo sector y con los mismos fines, fue muy corta en Villadangos como ahora parece ser la de LM en tierras bercianas. Sin el 'combustible' de las ayudas públicas los parques empresariales en estas zonas pierden su interés a velocidad de vértigo.

En la recta final de los tiempos marcados la megafactoría berciana ha comenzado a consumirse a la misma velocidad que los cigarrillos de la misma marca. Y solo con más ayudas el problema admitirá una mínima contención, que nunca tendrá vuelta atrás. Las cartas, en realidad, estaban marcadas desde el principio.

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Bajo esa fórmula de 'tú me ayudas' y yo creo empleo LM ha llegado a tener en nómina a un millar de trabajadores, un millar de familias entregadas en cuerpo y alma al viento de los nuevos tiempos industriales tras años de desesperación por el fin de otro sector clave como la minería. Un millar de empleados que pusieron todo su empeño para crear rentabilidad a la empresa y, por extensión, trasladar riqueza a las maltratadas tierras bercianas.

Pero las megafactorías solo entienden de su propio beneficio. Ahora LM mantiene su intención de despedir a 393 trabajadores de su planta en Ponferrada y solo recolocará a una parte en instalaciones que considera más rentables y con dispar ubicación, desde Francia a Castellón.

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Quedarán otros 600 trabajadores, con sus familias y con sus miedos, y su trabajo se irá consumiendo a la misma velocidad que un cigarrillo: poco a poco y hasta el final. Y sí, en la última bocanada, no quedará nada. Un leve recuerdo de una historia conocida y repetida, una sensación de desesperanza y desilusión que nadie podrá reparar.

Es el destino de León, el cruel destino de El Bierzo, el terrible destino de una provincia sometida a un ejemplar titular periodístico que se podía leer en la prensa local el pasado jueves: «La contratación de camareros 'salva' la economía leonesa; la industria tira del resto de provincias».

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Otra ronda, que a esta invita LM.

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