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Coincidí con Cayetano Martínez de Irujo hace años en un concurso de saltos en Casas Novas, el emporio hípico que Amancio Ortega levantó para su hija amazona, muy cerca de ese otro imperio textil que lo ha convertido a él en el milmillonario más rico ... de España, y parte del extranjero. Sobre la pista, hecha de polvo de sílice extraído del Pico Sacro, competían algunos caballos y yeguas más caros que un chalé en primera línea de playa en Marbella.
Los montaban rutilantes herederos, como la propia Marta Ortega, Atina Onassis y el ya mencionado hijo de la duquesa de Alba. La princesa monegasca Carlota Casiraghi no estaba, pero solo porque algún contratiempo le había impedido acudir a la cita. Vamos, que no conocí a Cayetano precisamente pidiendo en la calle rodeado de harapientos.
Lo digo porque el jinete lleva tiempo haciendo un ejercicio de victimismo que no alcanzo a comprender. En Casas Novas me pareció un tío afable que disfrutaba con lo que hacía. Poco que ver con el Cayetano más sombrío que años después entrevisté en Sevilla y me confesó, para mi pasmo, que había vivido gran parte de su vida «en una celda». Aquello fue solo el principio de un Cayetano doliente, permanentemente conmovido de sí mismo, un hombre a quien su destino de aristócrata parece pesarle como una losa, pero que, curiosamente, no renuncia a sus títulos ni a su herencia.
Vuelve ahora el ilustre jinete a las andadas con la enésima promoción de sus memorias. Dice que quiere compartir su «verdadero ser con la humanidad» (como si la humanidad no tuviera ya bastante), que no quiere tener que seguir probando su inocencia (¿alguien le ha declarado culpable?), habla de su enorme sufrimiento a la hora de enfrentarse a «la dura realidad».
Y por momentos no sabes si la suya es la autobiografía de un duque o la de un minero con silicosis... Vale, que los ricos también lloran, pero ¿tanto? Cayetano proclama que quiere ser libre. ¿Y acaso no lo es? Mañana mismo podría mudarse a la China o a las 3.000 Viviendas... Somos el resto quienes jamás tendremos la libertad de vivir en el palacio de Liria. Cuando le vaya a entrar la llorera, debería recordar Cayetano que, por muy triste que resulte ser hijo de la duquesa de Alba..., es más triste 'de pedir'.
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