Resulta difícil explicar que hubo una vez en la televisión un tipo como Antonio Gasset. El mítico presentador de 'Días de Cine' nos ha dejado. Uno quiere pensar que, en realidad, ha dado paso a la publicidad y que volverá en cualquier momento tras hacer ... alguna de aquellas cosas que nos prometía cuando decía aquello de «llegó la pausa».

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Como cuando comentó que, durante la publicidad, se desnudaría y se tiraría al mar, para acabar reconociendo a la vuelta que sólo era un patético intento por mantener la audiencia. En otra ocasión dijo que durante la pausa iba a rezar «con la esperanza de que ninguno de sus hijos se haya presentado al casting de 'Operación Triunfo'».

Nos aconsejaba no drogarnos, para no sufrir efectos indeseados, como el de un amigo que se tomó cierta pastilla y creyó ver a George Bush leyendo un libro. Nos pedía que fuéramos buenos, que desconfiáramos de la política, que no descuidáramos el aseo personal y, sobre todo, que amáramos y leyéramos ( a no ser que queráis ser presidente del Gobierno»).

Hacía declaraciones a amores no correspondidos y nos regalaba sarcasmo a raudales. Sus entradillas, las mejores de toda la historia de la televisión, eran ingeniosas, irónicas, hilarantes, muchas de ellas relacionadas con sus enfados por los interminables minutos de publicidad y por los infames horarios de un programa que parecía destinado a ser solo visto, como decía él, por un puñado de politoxicómanos insomnes.

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Llegó la pausa, querido Gasset. Como solías recomendarnos, al no saber ni en qué día ni a qué hora te pondrían, estaremos atentos a tu regreso.

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