La vicepresidente primera del Gobierno se ha vuelto a enredar con la vicepresidenta segunda. La primera advierte que el Ejecutivo al que representa nunca adoptará medidas que pudieran significar una «estigmatización» de las mujeres. La segunda hace un retruécano y asegura que lo que estigmatiza « ... es no tener sensibilidad para ver que somos diferentes». En juego (creo) está esa diferencia que nos tiene que hacer iguales en el trabajo, según la ministra del ramo, a hombres y mujeres: la posibilidad de establecer bajas laborales de tres y hasta cinco días por «reglas incapacitantes». ¿Estigmatización o igualdad diferenciadora? Por el momento la primera, que además de las cuentas maneja la imagen del Estado, negándose a dejarse fotografiar con más hombres de los necesarios, parece que lleva las de ganar.
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En la forma, quizás. Pero en el fondo no hay tales diferencias. Podemos estar tranquilos con la solidez gubernamental. De hecho, ni la primera ni la segunda ni la tercera, la ministra de Igualdad, han dicho una sola palabra sobre la estigmatización, la cosificación o la reducción de la mujer a un puro objeto de consumo erótico en el caso de nuestra representante en Eurovisión. Tal vez porque, más allá de lo lúdico, piensan que Chanel representa como nadie el indómito espíritu español. Música ratonera, como corresponde a esta gran cita anual con la cultura, y letra en 'spanglish', al filo del reguetón, ese género revolucionario que lucha por la auténtica igualdad entre latinos y anglosajones, entre hombres y mujeres. «Llegó la mami», dice la canción de Chanel.
La mami que es «la dura y la bugatti» (¿el coche o la chica?). La que vuelve «loquitos a todos los daddies». La que es siempre la primera, «nunca secondary». La que apenas hace «doom doom» con su «boom boom» ya tiene a todos los hombres a su alrededor «dando zoom zoom». Incluso la que está dispuesta a bajar «hasta el suelo» su «boom boom» cuando sea necesario: «ready pa romper cadera romper corazone». A mí, desde luego, me lo ha partido en dos.
Seguro que ni la vicepresidenta primera ni la segunda se habrán parado a pensar demasiado en la letra de la canción que nos representa. En todo caso, pensarán que lo importante es la música. Que la letra es «secondary». Porque lo principal es que el personaje que interpreta Chanel se parezca a la España que ellas dos lideran: «el mundo está loco con este party» y «si tengo un problema no es monetary». Vamos, que si alguien pensaba que esta letra estaba escrita con el culo, perdón, con el «boom boom», nada más lejos de la realidad.
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Ojalá gane España. Y ojalá que al autor de la letra, que por supuesto es un hombre (a ella le queda la condición de bugatti), le veamos pronto llenando el vacío que dejó Iván Redondo como ideólogo de La Moncloa. O que le propongan para entrar en la Real Academia Española, y darles un poco de marcha a los «daddies» de la docta casa…
Nos guste o no nos guste, hay muchas más expectativas en el «party» de Turín de mañana que en la regularización, tan justa y necesaria, de las bajas laborales por regla incapacitante. De momento, Chanel lo tendrá un poco más fácil al haberse quitado de en medio a Alina Pash, la ucraniana a la que su gobierno le retiró el pase al saber que en 2015 había viajado a Crimea.
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Si vienen los rusos, como dice el Consejo de Europa, cuya eurovisión pasa ahora mismo por la necesidad imperiosa de rearme armamentístico, al menos que nos pillen cantando en el cabaret de las mamis. Rearmándonos moralmente para tratar de ser lo más parecidos posible a nosotros mismos. Demagogia: «Desde que llegaste, ya no vivo llorando, ¡eh!, vivo cantando, ¡eh!, vivo soñando, ¡eh!». Gloria a Salomé.
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