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Si cuatro años de Trump en la Casa Blanca ha servido de algo, es para demostrar que cualquier estafador inmobiliario, como el mismísimo Donald, puede llegar muy lejos en política. Para otros populistas, el camino del narcisista naranja al poder es un prototipo a copiar.
Se necesita una crisis nacional y un poquito de suerte para asegurar el éxito de un político con ganas de ser el tirano de su pueblo. Normalmente, una crisis económica es suficiente, aunque una crisis económica más una pandemia es aún mejor. La buena cosa de los malos tiempos es que ponen a muchos de los nervios. La gente pierde su trabajo, su dinero, su casa, y el norte. En consecuencia, se siente tan angustiada, sin ver una salida de la pesadilla, que se vuelve loca. Una vez que millones padecen este síndrome, solo hace falta presentar a la ciudadanía una diana contra la que dirigir su furia...
El maestro Trump consideró a los niños como diana legitima, especialmente a los huérfanos de otros países. En los EE UU, a menudo sus padres han sido asesinados por bandas de narcotraficantes en México u otras partes de América del Sur. Para el aspirante a tirano europeo, es difícil encontrar huérfanos sudamericanos viviendo en las calles de nuestro continente, pero, gracias a Dios, hay muchos niños de Siria y Afganistán, cuyos padres han sido asesinados por terroristas y que sirven igual de bien como objetivos de la ira. Hay qué hablar mal de ellos, en voz alta.
Trump acusó a los niños que intentaban saltar su valla de ser drogadictos, gánsteres, y portadores de enfermedades. Se puede hablar así de ellos precisamente porque son jóvenes y no saben defenderse a sí mismos, no sólo por ser inocentes, también porque muchos únicamente hablan su propio idioma. En fin, los menores de edad presentan tan poco riesgo de reaccionar a los ataques dirigidos contra ellos que puedes permitirte el lujo de chulear un poco, diciendo en entrevistas que no tienes miedo y repitiendo aquel eufemismo que usaban los nazis cuando hablaban de los judíos: Vamos a mandarlos a casa. Y ya verás…
¡Funciona! Los desquiciados han creído tus mentiras denigrantes y has ganado el 15 % del voto en las elecciones nacionales. Si sigues avanzando, dentro de pocos años estarás declarándote a ti mismo presidente vitalicio y ordenando erigir grandiosas estatuas en tu honor.
AVISO: Si una tiranía no es lo tuyo, siempre existe la opción de votar por alguien con escrúpulos que crea en la democracia.
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