No sé cómo acabará la historia de los desfiles de Semana Santa pero recuerdo que no sería la primera vez que se suspenden por algo tan pedestre como la lluvia: vamos, que no hace falta una pandemia para que los santos se queden tranquilitos en ... sus sedes. He visto llorar a decenas de cofrades (sobre todo a los del Cristo de la Luz, que es el que me pilla más cerca de casa) porque su procesión había sido suspendida, teniendo que conformarse con pasear la imagen por el interior del Palacio de Santa Cruz, que tiene soportales. Con estos antecedentes comprenderán mi postura, inamovible, de que todas las procesiones se pospongan para mejor ocasión, que tiempo habrá de venerar y admirar la belleza de los cortejos.
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Ayer, siguiendo la rueda de prensa del vicepresidente de la Junta le escuché decir que «hay que hacer como si no hubiera Semana Santa, es lo mejor», declaración que me parece poco contundente con lo que está cayendo, y que solo en la región ha provocado más de seis mil muertos, tiene exhaustos a los sanitarios y las ucis a punto de colapsar. Por eso las declaraciones del señor Igea me resultaron poco tajantes ya que no se trata de hacer como si la 'cosa' no existiera sino prohibir que se haga. Y punto. Dado que me parece peligrosísimo andar con paños calientes, prefiero el llanto de los cofrades por no desfilar que el de las familias de las víctimas por hacerlo en los tanatorios.
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