Listos

Tomamos café en plena calle a cuatro grados bajo cero, guardamos cola en la farmacia, la panadería o el súper aunque caigan chuzos de punta, y ya sabemos diferenciar las mascarillas higiénicas de las quirúrgicas y estas últimas de las FFP2, que no tienen nada que ver. Bueno, pues todos estos sacrificios no parecen haber servido de gran cosa porque de la primera ola de contagios pasamos a la segunda, que fue peor, y ya estamos metidos, sin transición, en la tercera, que tiene muy mala pinta.

Estoy seguro de que muchos recordarán a los expertos diciéndonos en marzo que el verano sería el final de la pandemia porque «el virus aguanta mal el calor». Por eso, si los listos oficiales siguen creyendo que la canícula es letal para el virus, estamos de enhorabuena gracias a este invierno tan benigno. Aunque es posible que las predicciones no se cumplieran entonces porque el bicho no sabía que tenía que espicharla con el buen tiempo, ahora saldremos vivos de esta porque este cálido enero borrará la pandemia para siempre. Yo voy por la calle remangado como los legionarios y rezongando: ¡ásate, microbio!