Secciones
Servicios
Destacamos
La intoxicación masiva por aceite de colza desnaturalizado provocó en España una hecatombe de la que aún quedan supervivientes con secuelas. En resumen, se trató del cambio de destino de un aceite pensado para uso industrial, que se desvió al consumo humano. El asunto arrancó ... en 1981, se acabó llevando por delante la vida de más de mil personas y dejó secuelas en otras 20.000. El entonces ministro del ramo, Jesús Sancho Rof –gobernaba la UCD de Suárez– dijo, muy serio, y restando importancia al destrozo, que aquello era un bichito que se tiraba al suelo, se espachurraba con el pie y asunto resuelto.
Antes de saber lo que pasó, un aceite mal empleado por un «desmedido afán de lucro», según la sentencia que condenó a los culpables del fraude, hubo decenas de especulaciones sobre el origen de aquel mal, se llegó a decir que lo traían los aviones militares de los EE UU. Neumonía atípica se la nombró. Algo misterioso, en una familia que consumió ese aceite tuvo gentes que salieron sin mal y otros que se quedaron sin fuerzas ni para empuñar un peine.
Aquel cataclismo transformó radicalmente los controles alimenticios, revolucionó las exigencias de calidad y trazabilidad –concepto desconocido por el común entonces– de los alimentos que consumíamos; cambió los hábitos alimenticios, aumentó drásticamente el nivel de exigencia y rebajó el de condescendencia de los propios españoles, un país en el que quien más quien menos hacía religiosamente la matanza del cerdo, con escasos controles, o consumía chorizos del pueblo que le había regalado un familiar, que eran bien buenos y mejores, claro, que los otros. España se modernizó radicalmente hasta construir un modelo de extraordinaria exigencia en el control de calidad de los alimentos.
Por eso provoca alarma social el brote de listeriosis, que ha causado dos víctimas mortales y que ha abierto un intenso debate sobre si la Junta de Andalucía y su consejero de Sanidad, Jesus Aguirre, han hecho bien los deberes o no. La alarma es evidente con un producto, la carne mechada, que es de consumo habitual en Andalucía, producto nacional sobre todo entre los que menos tienen. Ha dicho Aguirre de sí mismo, muy serio, que su gestión ha sido «impecable», autoevaluación excesiva, sin duda, incluso habiéndolo hecho bien. Hay dos muertos por ahora, un escaqueo frívolo de la empresa Magrudis, presuntamente responsable de la avería, y un perjuicio para las empresas que hacen la carne mechada, esta sí impecable, y que ven cómo descienden de forma radical sus ventas.
Nada que ver con la colza, pero sí con elementos concomitantes de frivolidad. El presidente andaluz, Moreno Bonilla, dice que están construyendo un nuevo relato en la lucha contra la listeria en España y en el mundo. Casi nada.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.