Las generaciones con más experiencia nos han taladrado en la conciencia la idea de que siempre tendremos tiempo para todo, pero no es del todo cierto. El tiempo es escaso y las ganas flaquean. Incluso para ir de compras. Ya no está de moda ir ... de tienda en tienda y si encuentra algo mejor, ¡cómprelo! Hemos dejado de ser animales de costumbre incluso para eso. No pienso echar aquí la culpa a la pandemia, que sí que ha hecho de las suyas, pero no del todo. Nos hemos entregado ciegamente a la compra on line para vaciar de vida el comercio y, de paso, la caja de estrechos beneficios.

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Una sociedad acostumbrada al impacto ya no se sorprende al ver el reclamo de precios reducidos cada temporada. Por no haber no hay ni temporadas. Ya casi no advertimos distinción alguna entre un buen invierno y una mala primavera. No hay grandes diferencias entre las estaciones, tampoco en la recia meseta castellana. Así que entre todos, liquidamos las rebajas y matamos las ganas de recuperarlas.

Los icónicos paseos con bolsas entrelazadas entre los dedos quedaron ya en el recuerdo. Incluso en el celuloide. La realidad ha vuelto a superar la ficción y no es que nos hayamos vuelto más austeros, es que somos muy cómodos. Montamos la oficina en el salón y los probadores en la habitación y a eso sí que nos hemos mal acostumbrado.

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