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Allá por 1975, con Franco aun vivo, José María Calleja era casi un asiduo de la antesala de la redacción de El Norte de Castilla. ... Allí esperaban los que venían a traernos comunicados de todo tipo: vecinales, laborales, docentes, políticos camuflados. Miguel Ángel Pastor, con la coña que le caracterizaba, solía decir: «A ver, clientela para tal; clientela para cual». En aquellas fechas, si aparecía Calleja, me miraba a mí: «Clientela para ti, Luismi». Yo llevaba entonces Universidad y José Mari, recién salido de la cárcel, era uno de los líderes universitarios, sobre todo en la Facultad de Filosofía y Letras. Casi nadie ignoraba que era del Partido Comunista de España (PCE), pero nadie lo sabía. Calleja era uno de los que más se movía en el ámbito universitario. Todo clandestino, naturalmente, Organizaba asambleas, lanzaba mítines, programaba paros y huelgas y…nos contaba a los periodistas lo que había ocurrido. Y podíamos fiarnos de él. No recuerdo (quizás si la hubiera) que nos colara alguna. Claro que entonces se admitían exageraciones. E, incluso, mentiras piadosas.
La última vez que le vi, aunque apenas pude hablar con él, una señora se levantó en el auditorio vallisoletano que nos acogía para hablarle de sus proclamas en las escaleras de la facultad. Y concluyó. «Es que eras un pico de oro». Calleja lanzó una carcajada como diciendo: «No había más remedio».
Charlamos de aquella época en una entrevista que le hice hará unos 20 años para la revista 'Periodistas' de la Asociación de la Prensa de Valladolid. Nos reímos muchos cuando caímos en la cuenta de que el que llevaba los comunicados a El Norte era un famoso periodista digno de ser entrevistado y el entrevistador era el que recibía y daba forma a sus comunicados clandestinos. ¡Quién nos lo iba a decir! Y sí, guardaba un gran recuerdo de aquel periódico de Valladolid, su tierra aunque naciera en León, que se arriesgaba a publicar noticias que otros silenciaban o negaban. Amenazado por ETA desde hacía años, estaba casi confinado en la sede de CNN+. No podía hacer vida normal. Imposible comer juntos. Pero sí nos fue posible estirar el tiempo madrileño (¡y ya es difícil!) para hablar de su Valladolid, del periodismo, de la gente conocida y de esa vida, rara e imprevisible, que te lleva de licenciarte en Historia por la Universidad de Valladolid a presentar un informativo complicado en la ETB, a verte acosado y amenazado de muerte por mantener la dignidad y la objetividad, a refugiarte en Madrid y a ser seguido por millones de ciudadanos en debates, tertulias, opiniones y artículos de prensa.
Y, faltaría más, charlamos de su gente. De su hermana María, una de las personas más encantadoras que conozco; de su hermano Félix Mario, un buen conversador y todo terreno que te resolvía los problemas en la SEMINCI; de su hermano Luis, otro ser agradable, sonriente y dispuesto a ayudarte. Gentes con sus mismos genes de bonhomía, generosidad, tolerancia, capacidad de diálogo, empatía…
Hace unos meses con motivo de un homenaje a Tomás Rodríguez Bolaños me di un fuerte y sentido abrazo con María. Hoy ese abrazo sería eterno. En recuerdo a José Mari. Y a lo que él significó para la sociedad vallisoletana que aspiraba a dejar atrás el franquismo.
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