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Cada día a las 3 ponemos las noticias en la tele. No sé cuántas imágenes he visto de enfermeras vestidas de astronautas, inyectando brazos o metiendo palitos en las narices de la gente, pero yo diría que centenares, quizás miles. Imagino que llevaremos mascarillas en ... la calle y en los lugares públicos durante unos años más. En un futuro no tan lejano, todos tendremos una aplicación en el móvil llamada pasaporte COVID, que tendremos que escanear a la entrada de bares, restaurantes, estadios de futbol, iglesias, etc., y, si la palabra 'positivo' sale en la pantalla, no nos dejarán entrar. Será la nueva normalidad.
Hay personas que no aguantan más. Quieren quitarse la mascarilla ya y regresar a la vida que tuvieron antes de la llegada de la pandemia. Insisten que hay que terminar el confinamiento y vivir nuestras vidas, como si el 'bicho' no fuese peligroso. Así lo hacen en Brasil, el gran país sudamericano que actualmente sufre alrededor de 3.000 muertos cada día, gracias a la irresponsabilidad del populista Bolsonaro. De todas formas, sí, es comprensible que muchos piensen que sería mejor abrir todo, engañándose a sí mismos con la idea errónea de que hacerlo no supondría ninguna amenaza para la salud pública.
Los de la hostelería llevan más de un año con sus establecimientos o cerrados obligatoriamente u operando al 30% de su capacidad a tiempo parcial. Como millones más, van a la ruina y seguro que unos cuantos están desquiciados. ¿Cómo pueden sobrevivir sin ingresos? Nadie en el poder ha contestado a eso. Sí, los gobiernos han ofrecido ayudas económicas, pero, en la cruda realidad, sacar dinero del Estado se ha probado ser tan imposible como la alquimia.
Lo que más cuesta es entender a los políticos que creen que quitar las normas del confinamiento tiene algo que ver con la libertad. ¿A qué libertad se refieren? ¿Al derecho de contaminar a los demás porque tenemos ganas de salir? Aplicando la misma lógica a las carreteras, ¿Por qué no quitamos los límites de velocidad? porque todos tenemos la libertad de conducir como locos cuando nos apetezca. ¿Y los que quieren poner reguetón al máximo volumen a las 4 de la mañana? ¿quitamos el derecho de los vecinos de denunciarles?, porque debe ser un derecho humano escuchar música en cualquier momento. Pues, por supuesto que no. Las leyes no existen solo para protegernos individualmente, si no que están para proteger a los demás de nuestros propios excesos. Se llama estado de derecho.
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