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Una mañana temprano, antes de que abrieran las verjas, llegué a Auswitch Birkenau. La sola visión de los raíles del tren resultaba espeluznane. El andén vacío allí al fondo, donde se produjo tanto horror. La muerte industrializada. Ahora, una muchacha con camisa azul y labios ... embadurnados de carmín resucita aquello y nos grita, otra vez, que el judío es el culpable. Habría que seguir con la obra de Hitler, miles de niños, millones de mujeres y hombres gaseados. Zylon B para todos. Pureza de sangre, limpieza étnica.
La niña joseantoniana gritaba sus barbaridades ejerciendo su derecho a la libertad de expresión. ¿Sí? ¿Tiene derecho a incitar al antisemitismo y al crimen? Inevitablemente su caso, y el de esos trescientos individuos que la acompañaban y que nos animaban a no usar mascarillas y a que nos reunamos más de seis y más de diez, valientes como ellos, inevitablemente, digo, se ha asociado al caso de Pablo Hasel. Y, como es lógico, una parte de los indignados por el perverso discurso de la fascista se han rasgado y se siguen rasgando las vestiduras por el ingreso en prisión de Hasel. Es un rapero, dicen. Y parece que eso lo exime de cualquier responsabilidad.
Hay que huir de lo políticamente correcto, porque es el camino de una nueva inquisición. Y despenalizar algunos delitos de injurias. Sí. Pero, ¿eso significa que se pueda ir pregonando alegremente que hay que clavar un piolet en la cabeza de José Bono, elogiar el tiro en la nuca de un militante del PP o «que explote el coche de Patxi López»? Un navajazo en el abdomen y ser colgado de una plaza es lo que merece el alcalde de Lérida. Libertad de expresión. Eso dicen las letras de Hasel. Uno diría que exaltan el terrorismo. No llegan al delirio colectivo de la muchacha de la camisa azul. Esa degenerada mental ha puesto el listón muy alto.
Pero tal vez habría que repensarlo todo un poco, echar mano del sentido común y dejar de hablar con tanta ligereza de buenos buenísimos y malos malísimos. No es tan difícil. Hitler fue un monstruo, una enfermedad del género humano auspiciada por una corte de fanáticos y criminales. Pero no olvidemos a los millones de víctimas que dejó a su paso, entre su propio pueblo, el camarada Stalin. La diferencia entre Stalin y Hitler estriba en que los principios que alentaba la ideología del primero estaban basados en la igualdad de los hombres y los del segundo justamente en lo contrario. Puede que la diferencia entre Hasel y la fascista sea que él trata de hacer algo parecido al arte y la otra se queda únicamente en el odio desnudo. Pero los dos circulan por callejones sombríos y chapotean en el fango.
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