«Libertad para ser libres», dicen que respondió Fernando de los Ríos a esa réplica final de Lenin cuando el socialista español, enviado en 1920 por el fundador del PSOE, Pablo Iglesias, a Rusia para sondear las bondades del nuevo socialismo bolchevique, cuestionó el ... futuro de la libertad en el sistema. Como es sabido, el informe de Fernando de los Ríos decantó a Iglesias y al PSOE a mantenerse en la tradición de la Segunda Internacional y no adherirse a la Internacional Comunista (Komintern). Lo mismo hicieron también, igualmente de forma mayoritaria, los socialistas alemanes o suecos o los laboristas británicos y otros. Estos partidos, denominados luego 'socialistas democráticos' (ahora Grupo S&D en el Parlamento Europeo), son los principales responsables, en alternancia gubernamental con partidos democráticos conservadores, de la ampliación de los derechos civiles y del Estado de bienestar en nuestra Europa de posguerra. En el caso del PSOE, en sus 140 años de historia, incluso contando con las épocas más álgidas de fervor revolucionario, el balance por la democracia y la libertad es único en España. Después de la Transición, decidme si no, ¿qué ampliación de derechos y libertades en España o qué institución relevante del Estado del bienestar se les puede atribuir a iniciativas de la derecha española después de Suárez? ¿Cuáles no ha querido más bien parar, llevándolas al Tribunal Constitucional?
Y, sin embargo, partidos ayunos de tradición democrática, y en cualquier caso posteriores al franquismo o recientes, se atreven a repartir credenciales de constitucionalismo o apropiarse del concepto de 'libertad', alimentando una confusión interesada, como estamos viendo paradigmáticamente ahora por parte de la derecha madrileña en el Ayuntamiento y la Comunidad.
Pero 'libertad' civilizada no es libertad de contaminar, ni de soportar los grandes atascos de Madrid, ni de discriminar la educación de los muchos en favor de los pocos, ni de redistribuir a favor de los pocos bajándoles los impuestos a los ricos y, como consecuencia, y en contra de lo que proclaman, endeudarse, como lo hiciera ya Gallardón (y ha tratado de enmendar Carmena). Por lo demás, ¿en qué ha quedado la (aparentemente 'necesaria' y ampliamente loada) política de austeridad de Rajoy para reducir el déficit? En un incremento inédito de la deuda pública en casi un 40% en su mandato, alcanzando el 100% del PIB. Ahora se habla mucho de la deuda, y se podrá discutir si lo que pasó era evitable, pero ese dato apenas se ha dicho. ¿Y a quién ha favorecido esa política? Los resultados hablan por sí solos: más precariedad de los servicios sociales, más exclusión social, pero, en contra, incremento de las rentas más altas y ampliación de la brecha entre ricos y pobres. Y, hablando específicamente de derechos y libertades, la 'ley mordaza'. Esta política de desigualdad (con su correspondiente incidencia sobre la libertad) en los países de la OCDE y otros, como ha demostrado en un sonado artículo reciente el profesor de la Universidad de Cambridge José Gabriel Palma, no es resultado del azar. Es resultado de políticas conscientes.
Muchas veces se ha dicho que libertad e igualdad son contradictorias y su justa defensa supone un difícil equilibrio social. Equilibrio que nuestro Estado democrático liberal representativo, heredero de la Ilustración europea, procura alcanzar reconociendo en la igualdad de todos los seres humanos en cuanto tales la diversidad que los caracteriza, evitando así un totalitario igualitarismo estéril. Sin embargo, raramente se enfatiza también el hecho de que solo una ampliación de la igualdad por la vía del incremento del bienestar y el nivel de educación de los menos favorecidos repercute en un aumento general de las condiciones de posibilidad del ejercicio de la libertad de los ciudadanos, y que ello es precisamente parte esencial del proceso ded civilización.
Ahora bien, casi huelga decir que el proceso de civilización solo se da dentro de la convivencia ordenada que proporciona el Estado, teóricamente garante de que tu libertad acabe allí donde empieza la de los demás, salvaguardando así, sobre la base de la justicia, la libertad de todos. Fuera del Estado está la selva de Hobbes, la ley del más fuerte. Y, dentro del nuestro, la ciudadanía tiene ya tan arraigados los valores de democracia y derechos humanos de nuestra herencia ilustrada que la cruda imposición de intereses particulares a cara descubierta y por la fuerza es difícilmente viable.
Establecido, pues, nuestro Estado, pese a la utopía anarquista, como realidad de civilización ineludible, y excluida la cruda vía de la fuerza, a quienes pretenden imponer sus intereses particulares (¡su 'libertad'!) en contra del interés general, bien sean independentistas, populistas, oligarcas o plutócratas, ya solo les queda la vía del engaño, que saben usar de forma sofisticada. De ahí el peligro de las 'fake news' y la especial relevancia de la comunicación y los medios sociales en nuestro tiempo. Así como, en general, de toda tarea dirigida a poner al descubierto la realidad que se esconde detrás de la apariencia. 'Poner al descubierto' la realidad y desenmascarar la apariencia es, desde Platón, tarea fundamental de la filosofía. Eso explica también, de paso, el interés de algunos por expulsarla de las aulas.
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