Me resultó difícil digerir que cuando el Gobierno estaba exhibiendo datos favorables en el control de la pandemia decretara obligatorio desde ayer el uso del antifaz para salir a la calle, y me pregunto que si todo va bien qué sentido tiene que ... tengamos que hacer tal cosa para dar un voltio. A mi juicio, esta decisión no encaja con los datos que ofrecen a diario, y me gustaría saber qué ha pasado para que varias semanas después de estar encerrados hayamos de cubrirnos la boca fuera de casa, algo que no se exigía ni cuando rozábamos los mil muertos al día. Si no fuera un asunto tan grave, los escépticos pensaríamos que nos han estado engañando cuando hablaban de reducciones sostenidas en el número de fallecidos y contagiados; y lo siguen haciendo para que durmamos tranquilos. Y, ya puestos, también me gustaría saber si dispondremos, cada jornada, de 30 millones de tapabocas de usar y tirar, o lo que es mismo: de novecientos millones de mascarillas al mes.

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Por no hablar de las prórrogas del estado de alarma, que empezaron de quince en quince días para llegar al último intento de prolongarlos un mes, y luego rebajarlo a las dos semanas de siempre. Si todo iba bien, ¿para qué hacía falta un mes entero; y si todo va como el culo, por qué no batallar por la prolongación?

Escuché hace poco que las leyes que suelen incumplirse son las que no se entienden, y esto último lo borda nuestro Gobierno.

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