La lengua y el sexo
Balas de fogueo ·
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Balas de fogueo ·
«La cámara baja se quedará en Congreso, a secas, y se cortará la melena a los leones para que no quede rastro alguno de heteropatriarcado»A diferencia del dinero público, que no es de nadie (Carmen Calvo, dixit), la lengua pertenece al pueblo. Luego la RAE, según reza en su emblema, la limpia, fija y da esplendor. Ahí es nada. Pues bien, la vicepresidenta Calvo solicitó en su día a ... la RAE un informe sobre la adaptación del llamado lenguaje inclusivo en la Constitución. La vetusta institución no se ha andado con rodeos y ha dictaminado que no está a favor de reforma gramatical alguna y que el texto de la Carta Magna es impecable en lo tocante a su redacción.
Pero el dictamen no arredra a la aguerrida miembra del consejo de ministras, que sigue dispuesta a imponer su manual de estilo, compilar diccionarios por decreto y decidir la forma en que debemos hablar. Bienvenidos al reino del 'todo vale'. La cámara baja se quedará en Congreso, a secas, y se cortará la melena a los leones para que no quede rastro alguno de heteropatriarcado.
Desde luego, hay que terminar con el lenguaje sexista y con las acepciones peyorativas del femenino, pero luchar contra la discriminación no debería ser la coartada para patear las reglas de la gramática. No es la lengua la que discrimina sino las leyes, el mercado laboral o los patrones sociales machistas. El masculino es el género no marcado e incluye, por tanto, la referencia a la mujer. ¿Por qué? Una buena pregunta para cuya respuesta hay que remontarse a los vestigios del indoeuropeo.
Procede usar el femenino cuando el contexto lo permite e intentar el empleo de términos que agrupen a ambos géneros, pero el sentido común y la economía léxica aconsejan comunicarse con el menor esfuerzo posible. Pero al paso que vamos, empeñados todos y todas en la corrección política de desdoblar el género, los textos pueden acabar sembrados de repeticiones superfluas y circunloquios absurdos. De esta suerte, entre otros, el artículo 14 podría quedar del siguiente tenor: «Los españoles, y las españolas, son iguales ante la ley...». Aún así, oteo el panorama y me asaltan serias dudas al respecto.
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