El presidente y sus ministros aseguran que la legislatura será larga; que el Gobierno está más fuerte que nunca. Incluso presentan planes para 2050. Una especie de conjuro para despejar el fantasma de un adelanto electoral ahora que la derecha parece recuperar el pulso. Sánchez ... afirma que la legislatura llegará hasta 2023, pero Casado sostiene que estamos ya en pleno cambio de ciclo.

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Sobre el papel ni las encuestas desfavorables, ni el éxito arrollador de la derecha en Madrid son suficiente para forzar una crisis en el Gobierno de coalición y un adelanto electoral. Incluso parece que la abrupta salida de Pablo Iglesias la ha asimilado el 'establishment' sin coste aparente. Pero en política dos años son una eternidad. Que se lo digan a José Luis Rodriguez Zapatero. En menos de un año pasó de disfrutar de una estabilidad envidiable a anunciar que adelantaba elecciones y que él no se presentaría a la reelección. Se había hundido en las encuestas tras tener que congelar las pensiones y los sueldos de los funcionarios.

En unos meses pasó de negar la crisis al Plan E de salvación nacional; de presumir de una banca saneada a la bancarrota de las cajas. La sonrisa de ZP se borró de los carteles del PSOE y dio paso al rictus de malicia de Alfredo Pérez Rubalcaba. En muy pocos meses, Pablo Iglesias, ha pasado del banco azul a los lunes al sol. De vaticinar con altanería que el PP no volvería en muchos años al Consejo de Ministros a la conocida tocata y fuga, con corte de coleta incluido. La política es como la centrifugadora de la lavadora.

En los próximos meses el Gobierno catalán independentista va a marcar su rumbo que incluirá probablemente desafíos de calado a la legalidad española. Andalucía deshoja la margarita del adelanto electoral y se puede producir una quiebra del PSOE si Susana gana las primarias. El derrumbe socialista haría temblar los cimientos de la Moncloa. Y ahora aparece el factor marroquí, con un potencial de desestabilización inescrutable.

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El recibimiento hostil a Pedro Sánchez en Ceuta no debería pasar desapercibido para sus estrategas. Él se atribuye una importe capacidad de resistencia y es un político de hormigón que parece inamovible tras pasar lo más duro de la pandemia sin despeinarse. Pero la política tiene elementos metafísicos que se escapan al control de la propaganda. Si se alinean el desafío independentista, el desborde de la inmigración, otro varapalo en Andalucía y los efectos colaterales de la pandemia no hay político que pueda resistir el sordo pero imparable rumor que emerge del corazón de la sociedad pidiendo un cambio.

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