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Vivimos rodeados de legionarios: los de Millán Astray, los de Cristo y ahora los de la legía. Para ellos la vacuna es un camelo, el gran negocio de las multinacionales que quieren acabar con nosotros. Pero, siguiendo su lógica, si acabaran con nosotros, se ... les terminaría el negocio. Por supuesto que en el discurso científico puede haber zonas de sombra que producen incertidumbres legítimas. Pero los legionarios contaban desde antes de la pandemia con un sexto sentido para señalar puntos negros. Y con soluciones contundentes aplicando un derivado de la legía a muchos de los males del mundo. Trump y Bolsonaro son dos de sus grandes apóstoles.
Me acuerdo con frecuencia de don Julio Caro Baroja, uno de los sabios españoles más solventes del siglo XX, que decía que los españoles somos incorregibles. En tiempos de incertidumbre suelen aflorar los iluminados que aportan soluciones estrambóticas para combatir los males. A su lado suelen estar los negacionistas y, muy cerca, los que culpan de todo al diablo. En fin, una legión de iluminados a los que si se les pone un micrófono delante desarrollan una tesis doctoral que enlazaría directamente con la aquellos vendedores de crecepelos que, con una prosopopeya envolvente, nos mantenían boquiabiertos frente a su puesto en el Rastro de Madrid.
Tenemos tendencia a salirnos por la tangente elevando a categoría científica cualquier ocurrencia peregrina. Caro Baroja trataba de explicarlo por nuestra condición de pueblo meridional dado a ensoñaciones fáciles y supersticiones, un pueblo que cree más en la suerte que en el rigor y en el trabajo sistemático que requiere el conocimiento científico y cuya aspiración máxima sería un golpe de suerte en la lotería para dejar de trabajar.
Imagino a todos estos legionarios apocalípticos jugando al corro en una plaza. Si a alguno le diera un cólico, lo más probable es que llamaran por teléfono a Urgencias para que una ambulancia trasladara al afectado a un centro de salud o a un hospital para que un equipo médico lo atendiera. Pues bien, ese mismo equipo es el que pone las vacunas, es decir, que forma parte del mismo tronco, el científico, que con tanto ahínco cuestionan todos estos agoreros iluminados que se jactan de que ellos no se van a vacunar por más que se beneficien de la vacunación masiva. Forman parte de una legión que niega la llegada del hombre a la luna. Y te lo cuentan como si fueran doctores en Física cuando en realidad suele tratarse de individuos envueltos por supersticiones con obcecada tendencia a tirar el balón fuera del campo. Recuerdan a los británicos, que viven a remolque del resto del mundo en ese empeño absurdo de conducir a la contra que tantas muertes ha provocado en el mundo.
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