Viaje al centro

La andadura que iniciamos culminará en menos de dos semanas, al filo de la medianoche del domingo. Pensará usted que ya lo ha vivido, pues siento decirle que sí. Que el camino hasta allí es ya conocido, aunque con algún ingrediente nuevo: el calor y el sopor.

El sendero que encaramos se antoja tortuoso y escarpado. Ha sido diseñado a golpe de capricho, pero no hay bitácora a la que se le resista. A la derecha, pendientes inalcanzables; y a la izquierda, laderas sembradas de peñascos que aseguran una fractura nacional. Allá a lo lejos, donde se cruzan los caminos, se divisa el centro. Confluyen ambas travesías. Apenas perceptible desde el kilómetro cero, pero lo suficientemente atractivo como para adentrarse pese al desaliento.

El viaje al centro de la política no es casual. Es la respuesta al desastre nacional en el que ha desembocado el extremismo. Estamos necesitados de pactos, poder gobernar sin ataduras, sin mercadeo ni exigencias, pero sobre todo, sabiendo que el nuevo camino se hace al andar.