
Hurgar en las entrañas de la tierra conlleva riesgos. Explorar desde el interior a la madre naturaleza ha sido un medio de vida desde los ... orígenes de la humanidad. Primero por supervivencia, luego para abastecerse de recursos naturales ocultos en el subsuelo a varios kilómetros de la superficie. Una atmósfera de penumbra, por momentos inhóspita, que obliga a trabajar con un equipo protector que hace aún más duro el tajo. En la escala de Mohs, los mineros se sitúan en el 11. Conocen el elevado riesgo de su profesión y aún así, dejan atrás el cielo abierto para adentrarse en la incertidumbre.
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Hoy se cumple una semana de la tragedia de Cerredo. El yacimiento asturiano se ha llevado por delante la vida de cinco mineros de León. Juventud y experiencia que buscaban un futuro para los suyos a 16 kilómetros de casa.
Nadie debería morir como se moría hace décadas en el interior de la mina aunque el grisú amenace. El gas mortífero es silencioso, no se ve, no huele, pero sí se puede localizar. ¿Por qué no se detectó el metano en el ambiente? ¿Qué detonó la explosión? ¿Quién monitorizaba lo que ocurría en el tercer nivel? Estas muertes no deberían haberse producido. Son injustas para los que se van, para los que se quedan, pero también para los que se fueron antes.
Santa Bárbara tiene cinco escoltas más que han colgado el casco por última vez. Aquí, cinco vidas menos que nos han dejado roto el corazón con un golpe seco de martillo.
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