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Hace una semana de la ingesta y aún sigue atragantado el sapo que no supo seguir siendo príncipe de Primera. Culpa no tiene quien hace lo que debe. La cuestión es que, como casi todo en la vida, uno tiene que aceptar la derrota ... y con ello demostrar saber estar y aquí, al Real Valladolid le han faltado las ganas. No entraré en técnicas ni jugadas maestras, principalmente porque me resulta un terreno ignoto, pero como espectadora he de decir que este equipo, que tantas satisfacciones ha dado y tantas amarguras ha repartido, no ha sabido permanecer donde se colocó al final de la anterior temporada.
La afición siempre será de Primera y lo que no se merece es percibir de su equipo una imagen de victimismo. Cuando uno admira, lo hace con sus aciertos y sus errores y aquí el capo, alejado de la autocrítica, no ha sabido ver más que culpables. El único responsable del descenso es el propio Real Valladolid, desde el césped hasta la cúspide carioca. El descenso ha dejado al descubierto a quien se le da muy bien echar balones fuera sin árbitro. No vale todo por muchas camisetas que hayas sudado. El hábito no te hace monje.
Tampoco se ha sabido estar ante quien ha dado un ejemplo de saber perder. Si me hubieran permitido arbitrar en el palco de autoridades, le aseguro la roja a aquel que decidió hacer descender a segunda grada a un alcalde en funciones sólo porque no ganó las elecciones. Todo esto también es saber estar.
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