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De donde provengo, hablar de revuelta te lleva directo al mar. No dentro, sino a sus pies. Desde la orilla uno corre menos riesgos y puede hacerse una idea de la fuerza del oleaje y la lucha entre corrientes. El batir de las olas dibuja ... velos blancos en un azul plomizo cuyo aroma llega incluso hasta la meseta. El mar es sanador, incluso cuando está agitado.
Hablar en general de revuelta es hablar de septiembre. Nos reencontramos con las ocupaciones aparcadas. El noveno mes del año supone la vuelta a todo. Al colegio, al gimnasio, a la rutina, a la vida ordinaria, e incluso a la política, y aquí el patio anda alterado.
El curso arranca en solitario y en minoría y con la difícil tarea de entenderse sin querer. El PP no lo va a tener fácil por mucha mano que tienda. Por lo dicho hasta el momento, ni PSOE ni Vox tienen intención de aproximarse. Los socialistas se han quedado sin excusas con la salida de los de Abascal del gobierno de Castilla y León. Sin ese extremo, ¿qué les impide alcanzar acuerdos? Los de Vox marcan distancias y lo harán en el próximo pleno. Quieren abrir la vía para que retornen los inmigrantes acogidos en esta tierra. Devolverlos con los suyos que es devolverlos a la nada. Y el resto de grupos, a mirarse el ombligo.
Es la nueva forma de hacer oposición, arañar sin importar quién va en el barco. Luego cuando zozobre, nos tocará decir aquello de: «mujeres y niños primero». Pero la mar está revuelta.
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