David Maroto, durante el juicio. Alberto Mingueza
El lucernario

La pena

«La prisión permanente revisable se queda corta. No hay sentencia que pueda estar a la altura del dolor que has causado. Ningún derecho humano debía ampararte»

Laura Ríos

Valladolid

Lunes, 16 de diciembre 2024, 06:58

Sobrevivir a una hija es tan desgarrador como sobrevivir a una nieta. Carmen muestra en su cara el dolor de la pérdida irreemplazable e injusta de Paloma e India. Las gafas de pasta negra no ocultan las huellas de infortunio. Como si se tratara de ... una pantalla de gran resolución, los ojos descubren noches en vela, desconsuelo y rabia contenida. No hay justicia capaz de reparar el paso de 694 días sin ellas.

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Camino de cumplirse dos años del brutal asesinato, David se ha sentado en el banquillo de los acusados. La imagen es la de una persona impasible, sin remordimientos ni conciencia. «La que he liado». Es probable que ésa sea la única verdad que has dicho en años, pero de poco sirve si te has llevado por delante dos vidas inocentes sin que nada haya perturbado tu conciencia. Ni drogas ni alcohol te van a servir de excusa para esquivar el peso de tu culpa.

La prisión permanente revisable se queda corta. No hay sentencia que pueda estar a la altura del dolor que has causado. Ningún derecho humano debía ampararte. Tus derechos deberían haberse esfumado con la primera puñalada, igual que lo hizo tu humanidad envuelta en el humo de un puro criminal.

El daño perpetuo se mantendrá más allá de 2050. Pasado este tiempo, habrá revisión y puede que se valore tu inmerecida reinserción. Duele pensarlo. Que la pena que a ti te caiga siempre sea mayor que la que has cargado sobre la familia de Paloma y de India. Y aún así, poca será.

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