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Habrá quien haya perdido la cuenta y quien sólo lo cuente con los dedos de una mano, pero llegada a cierta edad, con un mínimo bagaje, uno muere una o varias veces para luego resucitar. Lógicamente es algo metafórico porque mientras exista un mínimo latido ... que inyecte vida al cuerpo, hay esperanza para enfrentar todo cuanto nos acontece.

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Para los cristianos ya está encendido el Cirio Pascual, símbolo de la Resurrección. Esa luz abre un camino de confianza y de reencuentro tras un tránsito de oscuridad. Con o sin creencias religiosas, conviene resurgir. Ahora lo llaman resiliencia, pero no es más que recomponerse ante la adversidad.

Nadie nos advirtió de las dificultades. Un fracaso o una pérdida personal, una enfermedad y la propia muerte... Para todo hay un duelo y si no lo hay antes, lo habrá después. Y puestos en el caso que da sentido a este Lunes de Pascua, creo que no hay mayor golpe que sobrevivir a un hijo. No hay consuelo. La Dolorosa de Gregorio Fernández representa a todas las madres dolientes, aquella que eleva su lamento por la pérdida irreemplazable, por el puñal que atraviesa el pecho.

A pesar de todo, hay que seguir viviendo, por uno mismo y por los que nos acompañan, porque no hay vida sin dolor. Porque siempre habrá un motivo al que aferrarse para volver a levantarse, para abandonar el sepulcro en vida hasta que el corazón, por si mismo, deje de bombear y consuma la vela que nos mantuvo en pie.

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