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Apenas han sonado las 12 y ya estamos a 11 de volver a empezar el ritual navideño. Es el prólogo de la historia que cada año se repite y en el que se incluye el subidón de azúcar, la sobredosis familiar y una tarjeta bancaria ... al borde de la ruina. No escarmentamos y la prueba de que todo se vive sin mesura la tienes en tu frigorífico. Sobras desaprovechadas que acabarán en un contenedor desbordado por encima de sus posibilidades. El dinero se impone al corazón y a la razón.
«Poderoso caballero es Don dinero», escribió acertadamente Francisco de Quevedo hace cuatro siglos. Una letrilla satírica que nos debe hacer reflexionar sobre el poder que queremos otorgarle a lo material. Es éste un buen momento para hacerlo por cuanto nos planteamos encarar el nuevo año con propósitos más nobles.
Llevar dinero en la cartera no está de moda. Ahora ya ni es tangible. La virtualidad se ha impuesto como parece haberlo hecho en otras parcelas de la vida. Es momento de cambiar la tendencia, dar valor a lo que está detrás de la piel y otorgarle el lugar justo y necesario a lo que anda suelto en el bolsillo. Sólo así repararemos el motor que lo mueve todo, el que todo lo puede. Once meses por delante para reordenar cuerpo y mente, para conectar de nuevo con lo esencial, lo que es «invisible a los ojos». Dice la psicología moderna que debemos promover relaciones auténticas y profundas, hay margen de mejora de aquí al 11 del 11 a las 11:11.
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