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Cada día se registran siete casos de abusos sexuales cometidos por menores. Es el impactante titular con el que COPE desgrana un informe propio en el que analiza por qué en una década han crecido más de un 400% el número de niños que agreden ... sexualmente a otros, incluso en manada. Es el deseo impuro llevado a sus últimas consecuencias, el que empuja a secuestrar la inocencia y a no repararla jamás. Esa invasión se lleva parte de niñez y coloca a la víctima en un abismo de oscuridad e inseguridades.
A los 12 años, muchos ya navegan sin rumbo por Internet. La mayoría sin control parental. Se producen los primeros contactos con la pornografía y reciben el impacto de una sociedad altamente sexualizada. Fuera del ciberespacio no se educa en el amor, tampoco en el respeto, de modo que el pensamiento impuro se moldea y las hormonas se encargan de echar el resto. A fin de cuentas el adolescente adolece, está en construcción y si algo falla en los cimientos, será como edificar en terreno inestable para el resto de la vida adulta.
Como sociedad tenemos una gran responsabilidad. Reeducar esas conductas, pero también hacerles ver que sus actos tienen consecuencias. Ponerles frente al espejo, que interioricen el daño que han causado, ocupar con el corazón el lugar de las víctimas y que, de una vez, el pensamiento puro destierre al impúdico. Que no haya prisa por crecer. Los niños deberían seguir jugando con los niños.
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