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Día uno del rompecabezas estival y así hasta 77. La semana comienza sin la rutina que impone el calendario escolar. No hay hora de entrada para los más pequeños, pero es implacable con los adultos. Quien tenga la suerte de poder tele-trabajar, cruzará los ... dedos para que el sueño de sus hijos le permita al menos cerrar la hoja de cálculo sin interrupciones. Pero no todas las empresas admiten la fórmula no presencial para producir. En este caso, hay que echar mano de familiares o de buenos amigos.
Si trabajas en una empresa comprometida con la conciliación puede darte la opción de una jornada intensiva, pero no siempre es compatible con sus planes de productividad y, a fin de cuentas, son empresas, no ONGs. La otra opción corre a cargo del trabajador. Si se reduce jornada, disminuyen los ingresos y aquí se abre otro gran dilema: uno quiere ganar dinero, pero también ganar tiempo en familia.
Si se opta por los campamentos de verano, hay que descontar de 300 a 1.000 euros por semana. A los padres, esta fórmula les sale a deber. Y es que la conciliación es sinónimo de deber. Al final, uno acaba en deuda con todos, con la familia, con los amigos, con tus propios hijos, con tu empresa y con uno mismo. Así que por muy bien que encajen las piezas, cuando conciliamos en realidad tampoco avanzamos, más bien cojeamos. Así se concilia en España, pidiendo favores, pagando o haciendo encaje de bolillos. No hay más trucos.
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