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El lastre diplomático de un apellido

El lastre diplomático de un apellido

Ya con el programa prácticamente cerrado, una palabra, solo una, vino a echar todos los planes de la visita por el suelo...

Diego Carcedo

Valladolid

Miércoles, 13 de abril 2022, 00:48

Hace dieciséis años, en el mes de febrero para ser más preciso, Vladímir Putin, la estrella política emergente de la disolución de la Unión Soviética, fue recibido en España con todos los honores. Muchos recuerdan los elogios que su presencia despertó: las relaciones con la ... nueva Federación Rusa, después de tanto tiempo considerada la culpable de todos los males que sufríamos, abría unas perspectivas interesantes para el conocimiento de los dos pueblos, para la economía, el turismo y la diplomacia. La visita fue preparada con mucha antelación y con la atención puesta en todo tipo de detalles. Los diplomáticos estaban advertidos por La Moncloa de que no podía cometerse ningún fallo. Ya con el programa prácticamente cerrado, una palabra, solo una, vino a echar todos los planes de la visita por el suelo. La víspera, cuando las invitaciones para asistir al momento cumbre, acto en el Congreso, ya estaban camino de la imprenta, el fallecido presidente Manuel Marín dio un salto en su sillón. «¡Esto hay que arreglarlo ahora mismo!», cuentan que gritó.

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