

Secciones
Servicios
Destacamos
Hasta 1976 la identidad solo era un carnet del mismo nombre. Luego, con los regionalistas tímidos, fue todo aquello que define y hace singular a ... un pueblo. Mitos y símbolos que apuntalan creencias y emociones con el ataque al contrario. Sin el otro, ignorante y malo, no puede haber yo bueno. Ni sus consecuencias: cupos y fórmulas matemáticas de reparto de fondos. Derechos históricos constitucionales. Fantásticos en todos los sentidos. Lo diferente es rentable mientras lo común, las culturas compartidas, está devaluado. Cambia la escala, pero no lo básico. Esta entrañable leyenda lo confirma.
En Tordesillas, Valladolid, la patrona de la villa es la Virgen de la Peña y, en su honor, hasta no hace mucho, se perseguía a un toro, símbolo identitario en declive, para matarlo a golpe de lanza. La tragedia transcurre en la Vega del Duero. En el término donde la tradición refiere el encuentro de un pastor con un aterrador lagarto tres veces más grande que él. Nadie conocía la existencia del saurio. El zagal, muerto de miedo, corrió a esconderse en la cueva de una peña, y en su interior descubrió la imagen cautiva de la Virgen. Envalentonado, salió en busca del lagarto, a fin de cuentas un dragón sin alas, y lo mató a cachavazos.
Esta versión naïf de un cuento medieval resulta familiar. Es natural. Los mitos cobran vida de su interior sin necesidad de rebozarlos por 'Renaixensa' alguna. (Renacimiento catalán) Incluso al desobediente Quim Torra le sonaría de algo la leyenda del pastor tordesillano. Vería representado en esencia el mito de Sant Jordi y el dragón. La alegoría más frecuente del Palau de la Generalitat. Un mito eterno que Tordesillas comparte con Cataluña y Génova. Además de Inglaterra que incorporó la leyenda de St George a su selecto acervo mítico. Por aquellos tiempos, siglo XIII, León y Castilla, plata y gules, ya hacían alarde de sus explícitos pendones, cabalgando la frontera del Duero.
Los símbolos están hechos de metáforas y los mitos de leyendas. Otro símbolo cercano que debe invocarse con todos los honores es el de Villalar. La moderna celebración, hubo otras anteriores, comenzó a fraguarse hace 45 años en el histórico solar donde las tropas imperiales de Carlos V derrotaron a los comuneros de Castilla. Desde el siglo XVIII es el mito más reconocido fuera de la comunidad. Es el lugar sagrado donde los capitanes Bravo, Padilla y Maldonado fueron ejecutados tras su intento de salvar las libertades de Castilla. Un monolito de piedra que recuerda la derrota y un romance épico compuesto por López Álvarez, cantado por El Mester, redondean las circunstancias.
El próximo año se conmemora el V centenario de la derrota de Villalar. Poco se sabe de los preparativos para la celebración y mucho de la polémica creada por el cambio de nombre y objetivos de la Fundación Villalar. Depositaria de los símbolos y el sentido de pertenencia a la comunidad. Se habló mucho de esto aquellos días de febrero previos al virus que todo alteró y altera. El procurador de Ciudadanos Miguel Ángel Gonzalez aclaró: «No queremos simbología ni cuestiones identitarias que guarden similitudes con lo que promueve el nacionalismo en otras comunidades». Comprendido.
Al final de este verano el escritor y filósofo Rogelio Blanco, ex director general del Libro con Zapatero, aprovechó su nombramiento como Leonés del año, posiblemente el premio más acreditado que se concede en León, para hacer un apasionado alegato al derecho de los leoneses a decidir sobre el actual marco autonómico. Bien.
Lo asombroso es que nadie se asombrara de que Rogelio Blanco usara en su alocución parecidos argumentos a los que empleó Artus Mas, antes de entregar al independentismo de ERC el soberanismo de CiU que él representaba. Véase. Dijo Rogelio Blanco. «Resulta inaudito, irónico» que en una región reconocida por la Unesco como la Cuna del Parlamentarismo «se prive a los ciudadanos de expresar su opinión». Y recordó que los leoneses tienen «derecho a decidir» sobre el actual marco autonómico. Esas fueron sus ideas principales, plenas de amor a León, pero, quizás por ello, confundiendo deseos y realidad. Brevemente. Primero, no es cierto que se prive a los ciudadanos de expresar su opinión. De ser así no podrían hacerse sondeos ni encuestas.
Y el CIS hace varias al día. No se priva a nadie de dar su opinión, sino de hacerla vinculante, algo que solo cabe mediante un referéndum legal con garantías democráticas. Y Segundo, no es cierto que exista un «derecho a decidir». Se confunde intencionadamente derecho con pretensión. Son cosas diferentes. El derecho a decidir es una versión edulcorada y presentable del derecho de autodeterminación, que sí existe y está reconocido por la ONU solo a las colonias. El concepto derecho a decidir ya no se emplea en Cataluña una vez que unos y otros se quitaron las caretas. La palabra independencia ya no mete miedo entre los dragones custodios de las damas del distrito de Pedralbes. Ni siquiera en Madrid, donde de forma descarada buscan por todos los rincones a «independentistas moderados» para negociar. Así de rápido y peligroso va todo.
Hay otras velocidades. El 'gatopardismo', querer cambiar las cosas para que todo siga igual ha sido en Castilla y León la principal doctrina política de los presidentes Juan José Lucas y Juan Vicente Herrera. Cuando remita la crisis sanitaria y se profundice en la realidad de la situación económica y social, el Gobierno autonómico o plurirregional, dirá alguno, deberá enfrentarse a problemas aparcados que, aunque no vieron, siempre estuvieron allí.
Rogelio Blanco también se refirió a la «crisis de libertad» por la que pasa León. Exageraba en los hechos, sin duda, pero no en la percepción. Cuando más ayuntamientos y juntas vecinales se sumen a los planteamientos leonesistas; cuando intelectuales de prestigio, o de Madrid, firmen nuevos y atrevidos manifiestos a favor de la segregación; cuando las televisiones comiencen a ver con simpatía a los valientes 'galos bercianos'; cuando se cimienten complicidades y haya más manifestaciones en las calles exigiendo una región leonesa. Y todo sin que se hayan cerrado las heridas pandémicas. ¿Alguien sabe cómo piensan responder los líderes políticos autonómicos a esa pretensión convertida en derecho? ¿Estarán prevenidos para el conflicto identitario y territorial que llamará a la puerta? ¿Están pensando en alguna alternativa? Los castellanos y leoneses no necesitan tener a nadie enfrente para reafirmarse. Ya lo hacen muy bien entre ellos. 'León sin Castilla, que maravilla'.
Continuará.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.