![Kilos de más](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202005/02/media/cortadas/plato-kCmE-U11012050469IfF-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Una de mis obsesiones son los kilos. En los últimos días he manteniendo encendidas disputas con mi mujer. Tantas semanas seguidas de convivencia desgastan mucho. Desde que el virus nos confinó en casa, ella tomó las riendas de los fogones de los que habitualmente solía ... ocuparme. La mía es una cocina sobria o espartana, mientras que la suya tiende a las salsas y los oropeles, acostumbrada a cocinar los fines de semana para la familia extensa. Y así nos va. La cocina espartana, es decir legumbres, verduras, patatas con chorizo tiene la ventaja de meter las calorías proporcionales al desgaste. Y se remata con queso y con alguna pieza de fruta. Y permite seguir trabajando por la tarde.
La cocina de oropeles conlleva platos historiados y se remata con postres de tarta de manzana, peras al vino o bizcochos de chocolate. Y digestiones pesadas seguidas de siestas amodorrantes. Sus efectos perniciosos se aprecian en la cintura. Me percaté por el cinto. Al principio, un agujero más, me hice el desentendido para no meter la mano en el avispero. Pero al segundo agujero me alarmé. Y así comenzaron las agrias disputas.
Hace muchos años alguien me contó que si metes diez moscas en una vitrina con comida abundante, la vida media de las moscas será de ocho días. Esas diez moscas metidas en la misma vitrina con comida escasa vivirán doce días. Es decir, los gordos mueren antes. Ya lo sabíamos. De momento seguimos vivos, aunque con el estupor que deja el reguero de muertos, algunos conocidos, otros apreciados y hasta queridos. Todos nuestros. Duele verles marchar antes de tiempo. También por ellos tenemos la obligación de resistir tomando precauciones. Sería paradójico que consiguiéramos esquivar el virus para darnos de bruces con el barranco de las gorduras. Así que hemos llegado a un acuerdo cordial: cocinamos en días alternos. Porque algo hay que hacer para que el día no resulte tan largo. Además tres días no he desayunado. Nada.
El primer bocado ha sido en la comida. Mi mujer no perdona el desayuno, pero se flagela con una hora y media de gimnasia subiendo y bajando escaleras y recorriendo pasillos. Se la está afinando el tipo. Poner kilos es fácil, pero quitarlos supone subir una cuesta empinada. Necesitamos contar lo que nos ocurre para evitar caer en manos de un psicoanalista. Esta intimidad es una de las muchas consecuencias indeseadas del maldito virus y la cuento para compartir con los lectores mis desvelos y para que no se dejen llevar por la relajación en la mesa. Mucho me temo que más de cuatro biotipos leptosómicos, es decir, los típicos tirillas flacuchos, acabarán esta pandemia con biotipo pícnico, es decir orondos como toneles. Y, si no, al tiempo.
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