Las características personales de Pedro Sánchez que, según Arturo Pérez Reverte, «es un 'killer', no tiene escrúpulos, es malo, chulo, ambicioso, arrogante y cínico», hay que tenerlas en cuenta a la hora de confrontar con él en cualquier ámbito porque, demostrado está, es mal perdedor ... y no olvida un agravio. A lo que dice el novelista, yo añado que es un político desalmado y que, como tal, carece de frenos a la hora de alcanzar sus objetivos. Madrid le ha dado portazo en las narices y, al carecer de mesura y reflexión, no parará hasta lograr resarcirse del agravio, aunque sea matando mosquitos a cañonazos, porque él no ve Madrid, ve a Díaz Ayuso.

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Por eso, en la liebre que ha soltado sobre la conveniencia de reubicar instituciones de la administración fuera de Madrid, prima más el resentimiento contra la capital que la eficacia de la descentralización en un Estado en el que todo está prácticamente descentralizado. Con el sistema autonómico que tenemos, que en el fondo ha vaciado de competencias al Gobierno, cabría preguntarse si hay que insistir en la diseminación administrativa o recuperar algunas de las competencias cedidas, como Educación, Sanidad, Instituciones Penitenciarias o Policía (autonómica). Esas transferencias han propiciado muchos de los males que nos aquejan.

Isabel Díaz Ayuso ha sabido establecer un 'cuerpo a cuerpo' con Pedro Sánchez, que ha entrado al trapo de la provocación como un panoli porque tiene más soberbia que capacidad de distanciamiento. ¿Quién paga los platos rotos? Eso a Pedro Sánchez no le afecta porque su objetivo, su principio y fin, es él mismo y para alcanzarlo lo considera tan normal como pactar con filoterroristas, anarquistas, separatistas... «Yo, yo, yo o que se hunda el mundo». Si hay que darle la vuelta a la Administración para su vendetta personal con Madrid lo hará, sabiendo que cuenta con el respaldo del PSOE, haga lo que haga, y de todos aquellos que quieren sacar tajada de la debilidad del Gobierno.

España es uno de los países más descentralizado del mundo, con competencias autonómicas que han asumido la práctica totalidad de la Administración central, hasta el punto de que muchos ministerios, como Consumo o Igualdad, tienen que inventarse un quehacer cotidiano para justificar su existencia. Y dicho esto, creo que pensar en frío la conveniencia de reubicar algunas instituciones fuera de Madrid no es atentar contra nada y contra nadie, aunque no es el caso.

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El sistema autonómico ha sido beneficioso para España, pero hay que reconocer excesos que no amueblaban las cabezas de los redactores de la Constitución, porque ha aumentado el gasto, propiciado el separatismo y bendecido la insolidaridad. Irlanda y Grecia, que son los países menos descentralizados de nuestro entorno, presentan resultados no muy diferentes, lo que viene a ratificar que la centralización/descentralización no es el problema.

¿Por qué no puede estar en Barcelona la sede central de la Guardia Civil, la Capitanía General del Ejército en San Sebastián, la Dirección General de la Policía en Villagarcía de Arosa, el CIS en La Gomera, el Consejo General del Poder Judicial en Algeciras, el Senado en Calamocha o el Ministerio de Consumo en Trebujena, que se come muy bien? Sería una solución para la España vaciada. Y la Presidencia del Gobierno en Illán de Vacas, el pueblo más pequeño de España, con el presidente paseando entre sus tres casas. Allí no necesitaría el Falcon.

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