Kamala Harris, durante su presentación como candidata a vicepresidenta de EE UU. Efe

Kamala Harris, símbolo de Estados Unidos

El foco ·

«La candidata a vicepresidenta por el Partido Demócrata es el emblema de una América inmigrante que luchó por sus derechos y de una América cuya Declaración de Independencia dice que todo individuo es titular de unos derechos inalienables»

Martes, 25 de agosto 2020, 08:19

Joe Biden, candidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos ha elegido a Kamala Harris como candidata a la vicepresidencia. La prensa se ha fijado en su ascendencia negra, para, en algunos casos, poner en duda su negritud (el padre es jamaicano y ... la madre, india) olvidándose de 'la regla de una gota' estadounidense, por la que cualquier persona con ascendientes negros lo es también. No es eso, sin embargo, lo más importante. Al elegir a la senadora Harris, Biden ha tomado una decisión arriesgada. Por un lado, ha tenido en cuenta la procedencia de los padres: inmigrantes que llegaron para mejorar y por otro el desempeño profesional de Harris: fiscal general de California, en otras palabras, alguien plenamente integrado en el sistema institucional americano.

Publicidad

El lema de Trump en las elecciones anteriores fue: «Hagamos que América vuelva a ser grande». Apelaba al nacionalismo y la xenofobia que siempre lo acompaña. Prometió construir un muro en la frontera con México para evitar el paso de inmigrantes y ha establecido tarifas gravosas a productos chinos, españoles, franceses... Biden ha decidido darle la vuelta al lema trumpiano. Harris es la encarnación de la América inmigrante que llega a Estados Unidos y mejora sus condiciones de vida. Así ocurrió con sus padres. Tras cursar estudios universitarios en Estados Unidos el padre fue catedrático de Economía en Stanford (una de las universidades de élite estadounidenses) y la madre una prestigiosa investigadora sobre el cáncer de mama. Si bien el caso de Harris es espectacular y poco frecuente por la rapidez, los estudios sociológicos demuestran que los hijos de los inmigrantes mejoran sus condiciones de vida incluso en el caso de los trabajadores no cualificados. Frente a la xenofobia nacionalista de Trump, Biden apuesta por la historia fundacional estadounidense: un país en el que los inmigrantes desempañan un papel importante. La elección de Harris es arriesgada porque hay muchos estadounidenses que han visto cercenado el ascenso social propio y de sus familias. Hay muchos que tienen miedo a los inmigrantes porque son una competencia a la hora de tener un trabajo, sin entender que ese problema puede deberse a un mercado laboral rígido o a la competencia de otros países. En el otro lado del espectro ideológico, hay quien se sentirá molesto porque la vida de Harris desmonta su idea –no refrendada por los estudios sociológicos– según la cual el inmigrante pasa una vida de penalidades en Estados Unidos sin que se perciba ninguna mejora en su vida.

El otro aspecto que hemos de tener en cuenta es su trabajo como fiscal general de California. Allí se enfrentó en los tribunales a los bancos, a cuenta de las cláusulas hipotecarias abusivas, pero no fue tan clara con la pena de muerte cuando se le presentó la oportunidad de apoyar su inconstitucionalidad. Ha trabajado para abolir la trata humana y acabar con el contrabando de drogas y armas, además de haber ganado otros muchos juicios en favor de la clase media y baja. Como senadora ha apoyado la subida del salario mínimo, reformado las condiciones de las fianzas judiciales y defendido los derechos de refugiados e inmigrantes. Sin embargo, su temprano apoyo a la sanidad pública ha cambiado en los últimos tiempos.

Biden sabe que la fuerza del movimiento en favor de los derechos de los negroamericanos es enorme en EEUU. Sabe también que es un movimiento con importantes diferencias entre sus miembros. Están los liberales radicales que piden un mayor control sobre la policía y otras instituciones del Estado limitando su capacidad de importunar, detener y cachear impunemente; están quienes abogan que sean los vecinos y no la policía quien controle los barrios, y, finalmente, están quienes piden el desmantelamiento de la policía, cuerpo, según ellos, creado para la represión y el castigo de los negroamericanos. Al elegir a Harris, Biden se decanta por una persona que está a favor de los derechos de estos, que ha luchado y seguirá luchando por ellos, pero también que está muy alejada de las propuestas más radicales. Como fiscal trabaja codo a codo con la policía y, por supuesto, está convencida de la necesidad de un Estado de Derecho liberal.

Publicidad

Biden intenta atraer el voto de las minorías étnicas al tiempo que quiere convencer a la clase media de que no es un radical que acometerá el desmantelamiento del statu quo. Al contrario, la elección de Harris es una apuesta por un país donde la iniciativa individual va acompañada por un Estado que proteja a los desfavorecidos y en el que el recuerdo del movimiento por los derechos civiles se ve revitalizado en la persona de la candidata a la vicepresidencia. A Harris le gusta recordar que su madre la llevaba a las manifestaciones en favor de tales derechos en la década de 1960, y que solía decirle que no debía esperar a que nadie le resolviera sus problemas, era ella la que tenía que ponerse manos a la obra.

En resumen Harris es el símbolo de una América inmigrante que luchó por sus derechos y de una América cuya Declaración de Independencia dice que todo individuo es titular de unos derechos inalienables: entre otros, la vida, la libertad y la búsqueda de su propia felicidad. Biden recupera así los dos mitos fundacionales de los Estados Unidos en su intento de llegar a la presidencia.

Publicidad

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad