El hombre es un bicho raro. El otro día, viendo la toma de posesión de los nuevos diputados, me acordaba de mi padre. De mi padre, que el día 29 cumpliría noventa y dos años. Ya ven qué cosa más estrafalaria, qué tendrá que ver una cosa con otra. Mi padre fue agricultor, asistió a la escuela los días que llovía. Se sabía dos poemas de memoria: 'Un duro al año', de Eusebio Blanco –«Monte arriba, cara al viento, buscando reposo y calma…», y unos cuantos versos octosílabos de 'A buen juez, mejor testigo', de Zorilla. «¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés Diego Martínez, por su mujer desposarla?». El Cristo de la Vega, el toledano, con «una voz más que humana», dijo sí, juro, cuando fue reclamado como testigo de la mujer burlada. A mi padre se le saltaban las lágrimas con ese sí juro y yo abría unos ojos como platos al imaginarme la escena. A la invocación de un juramento, hasta Dios mismo acudía. «Las juras eran tan fuertes que a todos ponen espanto…».
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Ya, ya sé que el mundo ha cambiado. Y que aquellos juramentos y promesas que involucraban al honor y a la conciencia eran muy a menudo papel mojado. El honor y la conciencia siempre han sido muy socorridos como instrumentos de la mentira, pero no está del todo mal mantener las formas. Las formas son importantes para la vida, sobre todo para la vida en común. Observar el decoro, que diría mi padre; que me aconsejaba cada vez que salía de casa. Esos señores diputados que convirtieron el Congreso en un teatrillo de variedades, podrían, como hacíamos de niños, prometer algo con aparente seriedad y cruzar los dedos en la espalda para anular la promesa. ¿Jura o promete cumplir la Constitución? Si cruzas los dedos índice y medio, la fórmula no es válida, no hay perjuro. Es como jurar por Snoopy, pero manteniendo la apariencia de seriedad y los votantes/pagantes no tenemos la sensación de que la política es una merienda de negros. ¿Cómo serían esas meriendas? Los independentistas prometen por Snoopy, por la república, por imperativo legal… Gritos y pataleos. Otros juran por España. Y yo me acuerdo de mi padre, supongo que para no acordarme del suyo.
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