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Los afrancesados como yo hemos convivido con la figura de Juana de Arco. La recuerdo, vestida con armadura feudal y luego agonizante en una hoguera entornando los ojos y pidiendo razones a los cielos en alguna página de mi niñez. Era casi la única de ... las heroínas que merecía ser nombrada en los libros de historia y que tenía derecho a dibujo o grabado acongojante, ya que en mil cuatrocientos y pico las mujeres prácticamente no existían más allá de quienes eran madres de reyes o favoritas de la corte.
Fue llamada doncella de Orleans y se la pintó como una campesina que vivió durante la Guerra de los Cien Años y tuvo el regalo de una visión del Arcángel Miguel, (Miguel Ángel para los amigos) y de Santa Catalina, en la que le dieron instrucciones para que ayudara a Carlos VII y liberara Francia de los ingleses. Hay que resaltar que al no haber Twitter, ni jefes de comunicación, ni televisiones en esos tiempos en los que la Iglesia era Silicon Valley, las visiones, o apariciones de toda la vida, eran lo más socorrido para impulsar las noticias o justificar los desafíos del poder. También, por qué no decirlo, influía que lo hiciera una mujer en principio inocente, sin formación para la guerra en la que las huestes masculinas estaban entrenadas y de campo…
Resumiendo, meses atrás hablé también de Juana de Arco. Fue cuando Pablo Iglesias salió a luchar a la arena mediática con Ayuso, pensando que había que vencer a la doncella a la que siempre se le colgó el cartel de usurpadora. Todos sabemos cómo acabó la cosa. Ella, deslenguada como es, advirtió a los votantes de que le debían una porque les había quitado de en medio a Pablo Iglesias.
Ahora, la arena del circo político corre por la Gran Vía madrileña e inunda la calle Génova. Los barones rompen filas y otro Pablo cae vencido por la doncella y ya veremos qué pasa. Carlos VII fue coronado rey de Francia en Reims después de que ella se hubiera batido lanza en mano. Pero la doncella acabó en la hoguera, aunque con posterioridad, cuando ya criaba malvas y se necesitaban héroes, la hicieron santa y mártir y se encaramó a los libros de religión e historia que servidora tuvo de niña.
Ayuso no dirá que le debemos otra porque nos ha quitado de encima a Pablo Casado pero muchos lo pensarán. Si bien este río revuelto tendrá a otros ganadores que, silenciosos, esperan a que la colada esté seca y planchada. Para un periodista esta verbena es un lujo, pero para el país, la exhibición de incapacidad y temeridad que hacen los políticos es una ruleta rusa en la que ya veremos a quién le toca la bala. Mientras tanto Putin, como el monstruo de las nieves, da un rugido y nos suelta que añora la Unión Soviética. Y aunque Juana de Arco y su guerra nos pillan más cerca, ya sentimos el estremecimiento de su rugido.
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