El escenario del mundo que nos rodea y envuelve nos permite todo tipo de disfraces y máscaras. Los viejos esquemas tribales eran de una transparencia meridiana, al humano le era imposible fingir otra cosa que lo que su mera presencia delataba. La civilización ha seguido ... un proceso meteórico de despersonalización, o tal vez de multipersonalización. La civilización se reduce hoy a un aprendizaje sofisticado para fingir ser lo que no somos.
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El riesgo no es la democracia sino su abuso, un magma que el homo sapiens ha infestado de trampas, argucias y desvaríos. La civilización es ya un proceso incierto y provisional, puede ser un camino de direcciones incontrolables. Nada hay seguro sobre el futuro de la civilización.
Si un día, no casualmente, descubriéramos lo que en esencia somos, tal vez nos aterraríamos, descubriríamos a unos animales con un cerebro pavoroso que en nada recordaría ya a nuestra presuntuosa y engañosa humanidad. Si decidiéramos investigar en las entrañas de nuestra civilización, hallaríamos el retrato robot del prototipo de la maldad.
Llegará –así lo parece– el tiempo de la erradicación de las superpotencias sobre el sudario tatuado de sangre de nuestro planeta, y tal vez acabe esta pesadilla que ha hecho del humano de nuestra época un autómata carente de sensibilidad y con un cociente intelectual que ordena y clasifica los hechos de la realidad sin disfrutar la vida, como si la existencia de la especie ya hubiera dictado sentencia.
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