Las fronteras son espacios invisibles del desacuerdo y deberían ser pasadizos de la concordia entre las gentes. Las fronteras naturales no existen, son convencionalismos geográficos, administrativos, jurídicos, culturales, económicos, establecidos interesadamente para delimitar distancias estratégicas, separar y distinguir a unos humanos de otros, y hacer ... valer legitimado e institucionalizado el poder de unos sobre otros, preservarse una autonomía de acción basada en un libre albedrío.

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La frontera no es un límite físico, ante todo es un umbral mental. Las puertas de la percepción humana no se han cerrado en ningún momento permanecen año tras año entornadas.

La frontera no es el punto sin retorno, es el umbral de una nueva vida, la aventura como filosofía de la supervivencia, lo desconocido del alma humana desorientada. Los seres fronterizos suelen vivir poco, en ningún mundo se sienten cómodos, ninguna sociedad los acepta, ninguna idea los satisface, ningún sentimiento los reconforta, ningún proyecto es definitivo. Pobres seres desvalidos y sin embargo cuánta libertad y amor a la verdad escurridiza, qué valentía para asumir su universal orfandad, su radical indefensión.

La frontera es una idea humana, la naturaleza no tiene límites, tiene bordes pero nunca límites, la naturaleza es un horizonte ininterrumpido por definición. El hombre es única frontera real en la vida, la establece su mente, la soledad de su espíritu y su egoísmo esencial.

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