La injusticia se vuelve objetiva en circunstancias en que el juicio y la razón recomiendan una actitud subjetiva a la hora de dictaminar sentencias relacionadas con las pasiones humanas, tan gratuitas como comprometidas. La presunción de inocencia posibilita como arma política la presunción de culpabilidad. ... La política sortea a la justicia, tantas veces con la aquiescencia de ésta. Indultar al reo no es un acto de piedad propio de jueces y políticos, es una concesión de la política a sí misma, un homenaje dadivoso de la justicia. Amnistiar al reo es conveniencia política que puede, o no, ser justa, pero no es un acto compasivo.

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Una sentencia es el efecto de un juicio humano y como tal sujeta a arbitrariedades y contradicciones. Esto no es moralmente bueno ni malo, se trata de la constatación de la necesidad natural de ajustarse a derecho, a fin de armonizar instintos, domesticar acciones, reconstruir nuestra ruina de civilización.

Somos injustos ante el juicio que los demás hacen de nosotros, pero la equidad de la justicia puede ser pura hipocresía; la salvaguarda de nuestros intereses particulares. El veredicto hace justicia, la concreta y personaliza y a veces se equivoca, este mundo exige justicia, y la justicia no siempre es justa. Hacer justicia puede ser hacer civilización, pero no sé si es hacer sociedad. Ni todos somos iguales ante la ley, ni la ley es igual para todos. Esta injusta asimetría define hoy el tiempo de la involución.

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