Al margen de sus privilegios, el poder es en sí un problema sin solución para quienes lo ostentan, el desenlace de todo poder es perderse, y tarde o temprano dar el relevo a otro poder para que el Poder nunca deje de serlo. Pasan los ... políticos, permanece el poder, así sobrevive la realidad inmutable. El poder se pierde porque se ejerce, ese es su destino. El poder es una coyuntura provisional por longeva que sea en el tiempo. El poder es transitoriedad, su más poderosa virtud. Cuando los dioses abandonan la justicia social cosifican el poder, y en la soledad de su ocaso, todo poder se retuerce y disuelve, mientras asiste día tras día a su lento e inexorable desmoronamiento. Es una constante universal.

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Por mucha ideología y promesas en los que se base, cualquier poder concreto como elemento transformador, transgresor y conservador tiene fecha de caducidad. Cuestión diferente es el Poder como concepto, como estado del espíritu de una nación o de un pueblo, y como praxis de acción es inmortal, pues es genético en el humano; poder con miles de rostros pero indestructible tras milenios de tentativas sociopolíticas de convivencia.

Globalizar el poder no es estrictamente anular identidades, sino integrarlas en un universo superior más armónico solidario y justo. Lo que sucede es que la globalización del poder es una acción impuesta como control de la sociedad.

El mundo funciona con órdenes, ingratas de recibir, gratas de dar, un ciclo, eso es todo.

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