Termina el debate televisado, los candidatos se dan la mano y se relajan. Había mucho en juego. Durante unos segundos, se miran a los ojos. La información viaja veloz de una mente a otra. Nos lo hubiéramos podido ahorrar, dice Feijóo. ¿Qué?, pregunta Sánchez. Todo ... este circo. Y más con este calor. Es culpa tuya, Pedro. Lo sé, Alberto. Iba a dimitir después de la debacle. No pude. Una extraña fuerza me lo impedía. No te hagas la víctima, Pedro. Vale, Alberto, pero quiero que me expliques qué significa derogar el 'sanchismo'. Desde que lo dijiste la primera vez, he perdido el sueño. Feijóo se toma su tiempo. Las encuestas lo declaran ganador y el eslogan tiene retranca. Derogar el 'sanchismo' es… Derogar el 'sanchismo'… El 'sanchismo'… Derogar…

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Balbuceas, Alberto, y no se te entiende nada. Lo admito, Pedro, derrotarte es más fácil que derogarte. Ya me lo imaginaba, Alberto. Ni yo podría explicarlo, no digamos abolirlo. En realidad, mandamos tan poco, verás cuando te toque, todo viene resuelto desde arriba, Bruselas y más allá. No hace falta romperse el cráneo para gobernar. El problema está en los socios, tenlo en cuenta. Yo soy periférico, Pedro, y sé cómo manejar el territorio. Al hablarte de Vox, Alberto, te he dado donde más te duele, reconócelo. A mí no me duele Vox, Pedro. A mí me duele España y a España le dueles tú. Lo que pasa es que ni tú ni yo tenemos la solución a la crisis. No hay futuro. Esto es lo que Vox y tus amiguitas de Sumar se niegan a asumir.

Me gusta cuando hablas claro, Alberto. La izquierda y la derecha que representamos tienen los días contados. La realidad no hay por dónde cogerla. Somos demasiado moderados. Ya me la estás jugando otra vez, Pedro. Mis pactos con Vox son estratégicos, no ideológicos. La mayoría absoluta, Alberto, es la única forma eficaz de gobernar este país. Y tú no la tendrás, no te ilusiones. Ya lo veremos, Pedro. No se puede pactar con todo el mundo para mantenerse en el poder. Eso es el 'sanchismo'. Tienes razón, Alberto, fue mi error. Imagino un futuro en que no haya campañas ni debates y los electores estudien los programas y evalúen la gestión del gobierno y voten en conciencia y gane el mejor. Ese no eres tú, Pedro, desengáñate. Porque tú lo digas. Tú y yo, Alberto, somos la cara y la cruz de la moneda democrática. Hazme caso. Formamos parte de un todo y estamos conectados. Eres un liante, Pedro. Con el tiempo mereceremos no tener gobiernos. Y la buena noticia, Alberto, es que ninguno de los dos estará aquí para verlo.

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