![La joya de la corona](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202003/03/media/cortadas/coronasegovia-keeC-U100367561376lAB-624x385@El%20Norte.jpg)
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El mayor mérito que puede atribuirse por ahora al ministro de Sanidad, Salvador Illa, es no haberse empeñado en repetir los errores de algunos recordados predecesores y predecesoras, de los que omitiremos piadosamente los nombres. En vez de querer liderar e imprimir su sello a ... la respuesta del sistema de salud frente a una emergencia, ha optado por hacer de simple y cauta correa transmisora de lo que le comunican los técnicos que debe decir, aprendiéndose bien la lección y repitiéndola con pulcritud, coherencia y solvencia pedagógica. Cuando un país dispone de un sistema que funciona, provisto de profesionales de excelentes capacidades, no hay ninguna necesidad de que un político venga a alardear –y, normalmente, a meter la pata hasta la cadera– en busca de sus muy improbables cinco minutos de gloria.
Esa discreción, esa prudencia y, por qué no reconocerlo, esa sabiduría como gestor público, nos impresiona por lo rara y desacostumbrada, y también por cómo le sirve a quien la exhibe para desempeñar del mejor modo posible el servicio al conjunto de los ciudadanos que su responsabilidad le impone. Quizá sea esta triste ocasión del coronavirus, que cualquiera preferiría que no se hubiera dado, la que nos permita, por un lado, darnos cuenta de nuestras fortalezas como sociedad, y por otro, invitar a quienes buscan apropiárselas o erosionarlas –que de ambas actitudes estamos surtidos– a recapacitar y enmendarse.
Un sistema nacional de salud que está reaccionando de forma coordinada, eficaz y serena ante una amenaza que para otros, y alguno no está demasiado lejos, ha sido desencadenante de desbarajuste, inoperancia y alarmismo, es un patrimonio con el que ningún otro insensato debería volver a tener la tentación de jugar: ni para hacer negocios ni para hacerle soportar los ahorros omitidos en otras partidas que suponen un dispendio y que no redundan en semejante riqueza para la ciudadanía. Ha de caer sobre esos privatizadores y recortadores sin escrúpulos, de todos los colores políticos, el más pesado de los oprobios, por no acertar a percibir la torpeza supina de sus maniobras.
Y por otra parte, es evidente que la robustez del sistema no es un logro que puedan atribuirse siglas particulares, ni por su ideología ni por la administración coyuntural, como más de una vez se intenta. El sistema nacional de salud español es un éxito de todos los españoles: de los profesionales que lo sirven, los usuarios que cuando tocó lo defendieron y los contribuyentes que lo sostienen. Nuestra verdadera joya de la corona.
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