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Cada tres años aparece PISA evaluando la educación y asistimos al mayor espectáculo del mundo, al gran circo del análisis sectario y manipulador. En esta ocasión los datos caen a nivel global así que la vergüencita ajena viene del lado de las excusas. Es ... evidente que algo está pasando y que posiblemente ese 'algo' sean las pantallas, ese veneno híper adictivo que destruye la atención y la concentración. Porque sin concentración no hay profundidad y así no hay quien fije conocimientos. Pero hay algo peor: los dispositivos electrónicos mal usados, excesivamente usados y precipitadamente usados generan personalidades incapaces de esperar, adictas al impacto rápido, a la multitarea, con áreas del cerebro no estimuladas y sin capacidad para pensar en silencio o para reflexionar pausadamente.
Pero igual de cierto es que España se desploma en mayor medida que el resto, por lo que a la circunstancia general se ha de sumar nuestra propia circunstancia: el fracaso de nuestro sistema educativo, la incapacidad de los grandes partidos para tomarse en serio este tema y llegar a pactos de estado que deriven en leyes educativas serias, basadas en hechos desideologizados y no en recetas tontainas de la izquierdita iletrada. Pero, claro, ¿cómo vamos a hacer una ley seria y desideologizada cuando el gobierno cree que la meritocracia es un invento de la extrema derecha que esconde la violencia estructural hacia los desfavorecidos? ¿Cómo va a esforzarse un chaval cuando Yolanda Díaz les dice que si eres mujer, inmigrante o de un colectivo LGTBI, la posibilidad de acceder al mercado de trabajo español es ninguna? ¿Cómo va a tomarse en serio su formación un adolescente si se le repite constantemente que solo les espera la precariedad, el paro, que no van a poder vivir con lo que ganen, que hay un techo de cristal para todos los que no sean ricos, que el capitalismo es una cárcel, el emprendedor un miserable y que además te van a aprobar en el instituto hagas lo que hagas y en cualquier caso te espera una paguita para que juegues a la 'Play'?
Por supuesto que la cultura del esfuerzo es necesaria. Y que el victimismo ontológico de la izquierda es nefasto para formar a personas dueñas de su futuro. Pero es también una falacia pensar que, siendo imprescindible, eso es suficiente. La persona -comunidad- de éxito tiende a pensar que lo que ha logrado es la consecuencia de sus actos, que son la causa. «El esfuerzo siempre da sus frutos», dicen, olvidando aquellos tiempos en los que no se los dio y cuando haciendo exactamente lo mismo, nada parecía servir. Cuando no se cuenta con todos los datos, el arte de buscar causas se convierte en un juego perverso. Porque las causas no siempre son las que creemos. Sin esfuerzo no hay nada, pero la realidad muestra que el esfuerzo da sus frutos solo a veces. Porque el éxito es la suma de muchas cosas, entre ellas -por supuesto- del esfuerzo, del sacrificio y de la voluntad, pero también del talento, del sentido de la oportunidad, de la audacia, del entorno, del apoyo y de algo más, que nadie sabe lo que es pero que es lo único que importa.
Igual sucede con el fracaso. Es fácil fustigarse en el juego de causas, aunque sepamos que, en ocasiones, el mismo camino recorrido por dos personas -comunidades- lleva a destinos diferentes. Las circunstancias de Ortega, esos aspectos fuera de nuestro control que influyen de modo decisivo en el resultado final. Por ello no debemos descansar en los análisis fáciles, como cuando Bush Jr. propuso talar los árboles para acabar con los incendios o como cuando Yolanda Díaz dejó de llamar parados a los parados para acabar con el paro. Yo sé que la realidad es fría y el populismo cálido, pero hay que respetarse más. Es intolerable escuchar a Pilar Alegría felicitándose por haber logrado los peores datos de nuestra historia.
Castilla y León ha obtenido unos datos extraordinarios. Hemos de felicitarnos todos: alumnos, profesores, personal no docente, familias, entorno y la propia Consejería, que acertó -y queda demostrado- apostando por la presencialidad en tiempos de covid, contra la opinión de quienes pensaban, erróneamente, que eso iba a ser una carnicería. Los datos no quieren decir ni que seamos superiores ni más listos; tampoco que la situación socioeconómica sea mejor aquí, como he escuchado -pocas regiones más pobres que la nuestra, precisamente de ahí que la formación sea vista como la única alternativa-, que el ambiente cultural sea mayor, que el nivel de exigencia sea más alto, los profesores mejores o mayor la inversión, sino todo lo anterior y algo más, que nadie sabe lo que es pero que es lo único que importa.
Sería absurdo culpar a las comunidades del PSOE y a las gobernadas por nacionalistas de los datos tan deficientes que arrojan sus sistemas, pero, desde luego, tampoco pueden dar ya lecciones. Luego hablan de sanidad y de educación como si fueran suyas, pero, más allá de la soflama, la realidad es terca y demuestra que es su gestión lo que las pone en peligro. Tocará analizar ese atentado contra la infancia que es la inmersión lingüística y el atentando contra la razón que es el bilingüismo impartido por profesores que no saben inglés. No se puede jugar cuando hay niños por medio y está en juego su educación, su formación, su salud mental y el futuro del país.
Los datos son excelentes. Por supuesto tiene mucho que ver que las familias en Castilla y León están muy encima de sus hijos. Pero algo más hay, las ratios de alumnos por clase, por ejemplo. Aunque aun estoy recuperándome de las declaraciones de la Generalitat catalana relacionando sus pésimos datos con la sobre representación de inmigrantes en la muestra. No entiendo como el PSOE puede pactar con esta panda de cafres ultraderechistas sin que se les caiga la cara de vergüenza cada mañana. Porque ese dato es evidentemente falso: los datos de Castilla y León demuestran que no hay diferencias entre lo rural y lo urbano ni entre lo público y lo concertado. Es decir, entre centros con más inmigrantes o menos. A otro perro con esa falacia xenófoba.
Nunca antes una misma comunidad había tenido los mejores datos en las tres competencias analizadas. Si Castilla y León fuera un país estaría entre los diez mejores de la OCDE y de la UE en todo lo analizado, siendo el quinto del mundo en Matemáticas. Y hartos de ver cifras de envejecimiento, de despoblación o de inversión en infraestructuras, debemos aprender a celebrar cuando el mundo nos reconoce como líderes en algo. Y ahora a pensar. No sé de qué vale invertir en formar a gente si van a terminar emigrando y van a ser otras comunidades las que se beneficien de nuestra excelencia. La torre de Pisa está torcida y si no se pone remedio termina igual que la de Babel.
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