![Teoría del péndulo corto](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2025/02/13/pendulo-kZAH-U230852447691A8B-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Me encanta la idea que algunos tienen de la Reconquista, ya saben, aquí llegaron los moros en el 711 y subieron hasta Asturias conquistando todo ... a su paso; los paró Don Pelayo en Covadonga y, desde entonces, los 'españoles' –adviértanse las comillas– 'comenzamos' –adviértanse de nuevo– a recuperar las tierras perdidas hasta que en el 1212 se ganó la batalla de las Navas de Tolosa y en 1492 se toma Granada. Ya está, ahí tienen ocho siglos resumidos en diez segundos. Luego pasa lo que pasa y vemos a Abascal diciendo esas cosas que dice, creyéndose que aquello fue una lucha nacional entre España y el mundo árabe –o peor aún, entre el catolicismo y el islam– y vinculando el fenómeno de la inmigración actual con una invasión medieval. Pero claro, como los de enfrente tampoco han leído mucho, dicen barbaridades simétricas, negando la existencia de un sentimiento de recuperación, la preexistencia de una unidad geográfica llamada España o la preeminencia del cristianismo, ya en el reino visigodo.
Frente a unos y otros, los equidistantes, que eligen su propia aventura uniendo retazos de ambos mitos a su voluntad, como si la historia fuera el buffet de un hotel o algo con lo que encajar prejuicios como un Doctor Frankenstein. Por supuesto, ante esto solo queda una salida, que es leer, estudiar, aprender de los que saben y despreciar desde lo más profundo de nuestro corazón el fanatismo, la incultura y la manipulación.
Algo parecido sucede con Franco, ya saben: en España había una república enloquecida así que Franco dio un golpe de estado al que sucedió una guerra civil que duró tres años y que ganó, convirtiendo como consecuencia el país en una dictadura militar. Hasta ahí todos más o menos de acuerdo. A partir de aquí las versiones se bifurcan, y mientras para la izquierda Franco estuvo cuarenta años fusilando homosexuales, obligando a las mujeres a llevar velo y a hacer torrijas y prohibiendo hablar catalán a los payeses, para la extrema derecha todo se limitó a una reconciliación navideña de gente que compraba pisos regalados, Seat 600 color café, que pasaba un mes de vacaciones en Torremolinos y que tenía muchos hijos en un ambiente sano, puro y seguro mientras ganábamos sistemáticamente Eurovisión y Copas de Europa. Y así nos ventilamos cuatro décadas. Evidentemente, estas dos visiones de la literatura fantástica se dan porque nadie que no haya vivido el franquismo sabe absolutamente nada de él. Y esto me incluye a mí. Por supuesto, eso es así porque no nos lo han enseñado. En mi colegio la asignatura de historia acababa sistemáticamente en los antecedentes de la guerra. Después, curiosamente, se terminaba el curso sin que nos diera tiempo a llegar a la guerra y al franquismo, que se limitaban, como mucho, a un trabajo opcional. Simplemente no se querían meter en ese jardín y a nadie le pareció mal. Ese fue el origen del pin parental, de esa gente que dice que no quiere que en el colegio haya 'ideología', como si la verdad y la Ciencia fueran solo una de las opciones.
Pero sucede que yo quiero saber. Frente a la manipulación sanchista y su hermana gemela, la manipulación voxera, solo hay una salida, que no es la incomparecencia pepera, sino la autoprotección a través del estudio; se trata de saber lo que pasó realmente, de ir a las fuentes. Por ello actualmente me encuentro en pleno estudio del régimen franquista, cogiendo libros de la biblioteca de San Nicolás como si no hubiera mañana, viendo documentales y hablando con gente mayor para que me cuente. Los libros los escondo, claro, me da mucha vergüenza que alguien piense que soy uno de esos historiadores a sueldo del PSOE. Pero, aun así, cuando los saco en el AVE se hace un silencio en la mesita de cuatro. ¡Libros hablando del franquismo! ¡Santo cielo, un fascista! ¡Peor aún, un intelectual con jersey de cuello vuelto! Creo que mucha gente, si pudiera, haría una pira en la plaza de los Arces y comenzaría a quemar libros. No es mi caso. Quiero aprender, quiero saber y simplemente no nos pueden quitar medio siglo XX delante de nuestras narices, como si fueran David Copperfield haciendo desaparecer la muralla china. Y he de decir que el tema me está resultando fascinante, apasionante y sorprendente porque, evidentemente, la verdad dista mucho de las visiones adulteradas de modo interesado por unos y por otros. Y el tema es divertido y complejo. No se puede ventilar cuarenta años en un eructo. Por eso, si la gente estuviera un poco más formada no existiría Vox ni, por supuesto, existiría Pedro Sánchez. Ambos fenómenos populistas son consecuencia directa de una sociedad ignorante, fanatizada y sin convicciones democráticas.
Y de ahí a la teoría del péndulo. Al delirio de la izquierda en la Segunda República le sucedió un delirio de derechas. A ese delirio, el felipisimo. Al felipismo, el aznarismo. Al aznarismo, Zapatero, que fue –y es– la mayor máquina jamás construida para crear votantes de derechas de debajo de las piedras, y tras Rajoy, Sánchez. A la locura woke le está sucediendo una ola reaccionaria y neotradicionalista –posible oxímoron– y al autoritarismo sanchista se enfrenta el autoritarismo de la extrema derecha mundial, en su versión castiza, que es igual pero más cutrona. Es el péndulo de siempre, la acción-reacción, la tercera ley de Newton. Solo que, en mi opinión, los ciclos se acortan y al hartazgo woke se le empieza a unir ya un hartazgo incipiente a la reacción consecuente. No ha llegado y ya cansa, no se ha acomodado del todo y ya no podemos más. Es el sino de los tiempos: la tecnología lo acelera todo y mientras que la turra progre no se ha terminado de ir, el tostón del tradicionalismo hakuna ya se empieza a instalar, todo a la vez, sin tregua. Los péndulos empiezan a unirse en una sola danza y me temo que la consecuencia esta vez no se limitará al eje derecha-izquierda sino a algo más profundo, al eje liberal-iliberal, que, a su vez, viene marcado por el eje tecnología-antitecnología. La hiperconexión –madre de la fanatización– no es el futuro sino el pasado. La conectividad limitada no es el pasado sino el futuro. Cuando seamos capaces de abandonar el móvil y a los cafres que dentro habitan, acabaremos de una vez con todos los péndulos y con quienes les dan cuerda, como botafumeiros. Y quizá entonces podamos limitarnos a leer y aprender sin que nadie nos moleste.
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