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Adolescentes usan sus teléfonos móviles. Justo Rodríguez
La lista de mejores personas
Óxidos y Vallisoletanías

La lista de mejores personas

La verdadera competencia es contra uno mismo, contra los propios límites y contra la mediocridad, que es un listón que han marcado los demás

José F. Peláez

Valladolid

Viernes, 31 de enero 2025, 09:12

Uno empieza a estar cansado de las listas: la mejor tortilla del barrio, la mejor hamburguesa de la provincia, la mejor cafetería de la ciudad. Vivimos en un estado de competición permanente, obsesionados con lo que hacen los demás y, por lo tanto, en una ... dinámica de comparación continua que nos impide desarrollarnos como individuos únicos. Es curioso: la hiperconexión, que parece acercarnos, nos aleja. Pero ese aislamiento no genera individuos genuinos, como buenos salvajes, sino clones intercambiables que convierten al pueblo –siempre digno– en populacho –siempre odioso–. Todo esto nace, como casi todo lo malo en la sociedad actual, de las redes sociales, que son el gran problema de nuestros días. De entre todos sus efectos secundarios, el peor es la normalización de la vulgaridad. Antes podías ser un imbécil, pero lo sabías tú y quizá tu familia, que hacía todo lo posible para que nadie más se enterara. El resto solo podíamos llegar a sospecharlo. Sin embargo, ahora ya no tenemos dudas. El problema de las redes es que la estupidez ya no se oculta, sino que se exhibe, se normaliza e incluso se reivindica. Y al ver a muchos estúpidos juntos podemos llegar a pensar que ser estúpido es lo normal. Peor aún: podemos caer en el error imperdonable de pensar que, en realidad, no son estúpidos sino solamente gente que opina distinto. El marco mental que generan las redes sociales es lo realmente peligroso, ese calorcillo lanar que te hace sentir arropado por muchos siendo en realidad un cafre. Y el cafre abandona así el exotismo marginal del idiota –siempre vergonzante– para pasar a considerarse a sí mismo como un orgulloso y arropado librepensador. Nada tan extendido como creerse políticamente incorrecto; nada tan 'mainstream' como lo supuestamente contracultural; nada menos 'punkie' que considerarse uno.

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