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Baltasar lee la carta de una niña. Rodrigo Jiménez
Libros y discos en una noche de Reyes
Óxidos y Vallisoletanías

Libros y discos en una noche de Reyes

«Teníamos dos opciones: ver western o irnos a nuestra habitación a leer. Ni siquiera podíamos escuchar música, porque en las casas el tocadiscos –posteriormente cadena– estaba en el salón, es decir, justo al lado de la tele»

José F. Peláez

Valladolid

Viernes, 5 de enero 2024, 00:05

Mis padres fueron capaces de convencernos de que los Reyes Magos hacían dos viajes porque no les daba tiempo a repartir los regalos solamente en uno. No tengo muy claro cómo lo lograron, pero me temo que tampoco fue demasiado difícil. En realidad tiene su ... lógica: «Hay muchos niños en el mundo y si tú les pides por favor que vayan a tu casa en el primer viaje, ellos lo hacen. Ten en cuenta que a ellos le da igual y les viene hasta bien. Pero tienes que pedírselo expresamente en la carta, si no no tienen modo de saberlo». Y así lo hacíamos. Ese primer viaje tenía lugar en Nochebuena y ofrecía muchas ventajas frente al segundo, entre ellas la de poder estar jugando con los regalos durante todas las vacaciones. Era una buena opción para los niños. Y no les digo ya para los padres, que tenían a la chavalada entretenida y sin dar guerra durante quince días. En mi casa, como ven, teníamos hechos diferenciales y especiales jurídicas propias, una especie de fuero, de carta puebla, un trato de favor fundacional con respecto a otros niños, algo que por entonces sonaba supremacista pero que, visto con distancia, era solo progresismo 'avant la lettre'. «¿Y el resto por qué no lo hacen, Mamá?», preguntaba yo. «Pues porque no lo saben, hijo, porque no lo saben». Así que yo se lo intentaba explicar a mis amigos, les hacía partícipes de esta posibilidad, pero no se la creían. Y como no lo creían, no procedían. Y la buena nueva no era creída y la epifanía era parcial, sumiéndome en la incomprensión y en la frustración. Pero, por entonces, no pasaba nada porque el niño se frustrara. Como mucho te daban las 'Meditaciones', de Marco Aurelio, para hacer de la necesidad virtud. «Perdemos un ingenuo, pero ganamos un estoico». Ale, a leer.

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