![Libros y discos en una noche de Reyes](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/01/04/1475836043-kyMD-U2101161359296PmD-1200x840@El%20Norte.jpg)
![Libros y discos en una noche de Reyes](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/01/04/1475836043-kyMD-U2101161359296PmD-1200x840@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Mis padres fueron capaces de convencernos de que los Reyes Magos hacían dos viajes porque no les daba tiempo a repartir los regalos solamente en uno. No tengo muy claro cómo lo lograron, pero me temo que tampoco fue demasiado difícil. En realidad tiene su ... lógica: «Hay muchos niños en el mundo y si tú les pides por favor que vayan a tu casa en el primer viaje, ellos lo hacen. Ten en cuenta que a ellos le da igual y les viene hasta bien. Pero tienes que pedírselo expresamente en la carta, si no no tienen modo de saberlo». Y así lo hacíamos. Ese primer viaje tenía lugar en Nochebuena y ofrecía muchas ventajas frente al segundo, entre ellas la de poder estar jugando con los regalos durante todas las vacaciones. Era una buena opción para los niños. Y no les digo ya para los padres, que tenían a la chavalada entretenida y sin dar guerra durante quince días. En mi casa, como ven, teníamos hechos diferenciales y especiales jurídicas propias, una especie de fuero, de carta puebla, un trato de favor fundacional con respecto a otros niños, algo que por entonces sonaba supremacista pero que, visto con distancia, era solo progresismo 'avant la lettre'. «¿Y el resto por qué no lo hacen, Mamá?», preguntaba yo. «Pues porque no lo saben, hijo, porque no lo saben». Así que yo se lo intentaba explicar a mis amigos, les hacía partícipes de esta posibilidad, pero no se la creían. Y como no lo creían, no procedían. Y la buena nueva no era creída y la epifanía era parcial, sumiéndome en la incomprensión y en la frustración. Pero, por entonces, no pasaba nada porque el niño se frustrara. Como mucho te daban las 'Meditaciones', de Marco Aurelio, para hacer de la necesidad virtud. «Perdemos un ingenuo, pero ganamos un estoico». Ale, a leer.
De cualquier modo, los Reyes llegaban a mi casa la mañana del 25 de diciembre. Y el 6 de enero solamente había caramelos, material escolar y un par de libros. Para un niño, lo de recibir libros era fantástico. Trato de explicarle a mi hija que cuando yo era pequeño no había internet ni móviles y que en la televisión solo había dos canales. Lo que se veía en ella dependía de mi padre. Vamos, que allí se veía solamente películas del oeste o telediarios. Así que teníamos dos opciones: ver western o irnos a nuestra habitación a leer. Ni siquiera podíamos escuchar música, porque en las casas el tocadiscos –posteriormente cadena– estaba en el salón, es decir, justo al lado de la tele. Así que no se podía poner más que cuando no había nadie. En resumen, que lo único que podías hacer en un día libre era leer. Literalmente no había más opciones. Por eso los libros eran siempre bienvenidos. Eran una solución al tedio, una especie de vacuna contra el aburrimiento y una buena compañía durante un par de días, que era lo que te duraba un libro, por lo general. Ahora hay que azuzar al niño para que lea. Antes nos lo quitaban de las manos para que nos durara y no lo liquidáramos en una tarde. Una buena biblioteca en casa era fundamental, suponía un acceso natural a la diversión y no era nada extraño que un chaval de diez años hubiera leído ya mucho más que un universitario hoy en día. Por supuesto, eso hacía que a los quince estuvieras con los Rusos y que en edad universitaria te pasaras a la poesía, al teatro o al ensayo, porque la narrativa española y extranjera la tenías trillada. No éramos mejores, no éramos más cultos y no éramos diferentes: solamente teníamos menos alternativas de ocio. Y las familias eran más numerosas por lo que ni siquiera teníamos, como ahora, a padres entregados al ocio porque no se podía atender a cuatro o cinco hijos de modo 'artesanal'. Así que 'en cadena'. O dicho de otro modo, nosotros teníamos padres, no cantajuegos. Eran figuras de autoridad y de cariño, no monitores de tiempo libre.
Y, por todo ello, la infancia en una ciudad era un rollo. Pero como no lo sabíamos, éramos felices. Deporte entre semana y lectura los festivos. Y a partir de la adolescencia, una minicadena, que era una forma de independencia porque te permitía pedir a los Reyes tu propia música y, por lo tanto, desligarte del patriarcado musical y formar una estirpe propia. Pero había que currárselo, claro. Porque tenías la cadena, pero no los cedés. Asi que nos organizábamos con los amigos para pedir cada uno un disco y grabárselo al resto en cintas TDK, de modo que dispusiéramos todos de todos. Así conocí todo el rock, el punk, el heavy metal inglés, el grunge, el pop español y, quien más, quien menos, toda mi generación tiene no solo una amplia cultura literaria sino, sobre todo, una vastísima cultura musical. Como ejemplo, 1991. Solamente en ese año salieron el Black Album de Metallica, los 'Use Your Illusion' de Guns N' Roses, 'Nevermind' de Nirvana, 'Blood Sugar Sex Magik' de Red Hot Chili Peppers, 'Leisure', de Blur, 'Ten' de Pearl Jam, 'Badmotorfinger' de Soundgarden, 'Out Of Time', de R.E.M., 'Achtung Baby', de U2, 'Innuendo', de Queen, 'On Every Street', de Dire Streets, además de uno de Primal Scream, otro de los Pixies, uno de Roxette y, en España, Mecano, Barricada, Duncan Dhu, Loquillo o Los Rodriguez. Insisto: todo esto solamente en un año, el año en el que yo hice 13. Imagínense el nivel, imagínense cómo crecimos y el nivel de nuestros Reyes Magos, que eran una máquina de regalar cultura, aunque en ese momento no fuéramos conscientes. Porque nosotros no queríamos aprender ni ser como esos chavales insoportables que debatían sobre sesudas disquisiciones filosóficas. Solo queríamos divertirnos. Y leer libros, leer el periódico y escuchar música eran las únicas salidas.
Veo a los niños de hoy y creo que no son culpables de nada. Solo tienen el mundo que les hemos dejado, con nuestra mejor intención. No pueden prescindir de la tecnología porque sería salir del mundo real, ser analfabetos y aislarse de la sociedad. Es decir, estar solos, que es lo mismo que estar locos, según decía Ibsen. Pero no han recorrido el camino entero, como nosotros, de la nada al todo. Y por eso no valoran lo que significa tener a su disposición toda la música universal en Spotify. O la posibilidad de comprar cuantos libros quieran, porque no hay ningún padre hoy que niegue a su hijo libros o un carnet de la biblioteca. Es posible que, sin entrar en detalles, todo haya ido a mejor. Pero, por el camino, hemos perdido las ganas de saber, de aprender, esa capacidad de asombro, la boca abierta ante el arte, el respeto ante el talento, el agradecimiento íntimo ante un regalo. No sé si hay solución pero, por si acaso, sigan pidiendo a los Reyes música, libros, viajes y entradas para el cine y el teatro para los jovenes. Quizá algún día alguno pueda decirnos lo que Garci dice a sus padres: «Gracias por regalarme una infancia tan maravillosa, por dejarme oír la radio a todas horas, por comprarme cada semana un librito (…), por no enfadaros nunca cuando me sorprendíais jugando a las chapas en el comedor o transformando las pinzas de la ropa en Colts 45, por los miles de tebeos, sobres de cromos, cartuchos de pipas y, claro, por haberme llevado a todos los programas dobles de los cines de barrio». Nunca se sabe dónde nace la mecha de un nuevo artista. Pero, en cualquier caso, sabemos que surge muy cerca de la felicidad de una noche de Reyes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.