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Dice Pedro Herrero que «cuando se pertenece a una organización como el PSOE hay que adaptarse a la norma que viene de arriba». Creo que quiso decir, «cuando se pertenece a una organización, aunque sea el PSOE». Porque tiene gracia que venga a hablar de ... respeto a las normas uno de los colectivos que menos las respeta. En cualquier caso, conviene que explique entonces Herrero por qué no se adapta él a la norma que viene marcada por su Comité Autonómico. Es decir, 'de arriba'. Porque la competencia para definir la propuesta de calendario del congreso le corresponde a la Comisión Ejecutiva Autonómica y la aprueba posteriormente el Comité Autonómico, como fue el caso, por 105 votos contra 14. Que no es poco. Yo creo que cuando uno pertenece a cualquier organización, efectivamente ha de adaptarse a las normas. Y también escuchar y respetar el resultado de las urnas, que, en este caso, muestra clara y rotundamente lo que opinan sus compañeros, aunque eso sea, como en este caso, lo contrario de lo que opina él.
Pero no solo debe adaptarse Herrero, también Ferraz. Si es cierto, como dice el 'apparátchik' y la 'nomenklatura' sanchista, que los liderazgos se definen en primarias tras un Congreso, doy por hecho que, tras el Congreso Federal de Sevilla, se abrirá un proceso de primarias para elegir secretario general. No entiendo, por lo tanto, por qué las candidaturas a la secretaría general se presentaron antes del Congreso y no después, es decir, por qué a nivel federal hacen exactamente lo contrario de lo que exigen hacer a Tudanca a nivel autonómico. Aunque no hay que darlo más vueltas. Entrar en un debate sobre normas con el sanchismo es ya como debatir con Torrente sobre los nenúfares de Manet. Esto ha sido una cacicada, un chanchullo, una trampa escandalosa y ya está. Sería más fácil que dijeran que han hecho lo que le ha dado la gana a Sánchez y entenderíamos mejor a qué se refiere Herrero cuando dice que hay que adaptarse a la norma que viene de arriba, que no es otra cosa que la obligación autoimpuesta de tragar sin rechistar con aquello que decida el amo. Y ya.
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Antonio G. Encinas
Tudanca tiene razón en lo formal y eso es algo que está fuera de toda duda. Otra cosa es si lo que ha hecho es oportuno para la organización o no, que no lo sé, porque lo oportuno para esa organización es solo que le convenga a Sánchez y a su familia, en una delicada situación procesal. Para la organización que Tudanca dirige, parece innegable que sí que es lo oportuno. Al menos eso piensan sus compañeros delegados por 105 a 14. Al lado de Tudanca están, además de esos compañeros, el alcalde de León –y, con él, medio partido en esa provincia-autonomía-nación leonesa–, la alcaldesa de Palencia, la portavoz de la Ejecutiva Federal Esther Peña, el expresidente del Senado Ander Gil, la ex delegada del gobierno y directora general de Protección Civil y Emergencias Virginia Barcones, la ex portavoz federal de Igualdad y diputada Andrea Fernández y todas las secretarías provinciales de la comunidad excepto León –dividida– y Valladolid. No lo tienen fácil, por lo tanto, los que quieran articular una candidatura alternativa a Tudanca bajo el nombre, según parece, de Ana Redondo, es decir, Javier Izquierdo y Javier Cendón –los Javis–, Óscar Puente y Óscar López –los Óscars– y Zapatero, que no sé qué pinta en todo esto, quizá vaya a intermediar entre leoneses como hace entre venezolanos. Pero, en cualquier caso, su aparición es un 'seal of approval' casi infalible. En caso de duda es tan sencillo como esperar a ver dónde se sitúa Zapatero para entender automáticamente que el lugar correcto es el otro. No falla.
Si salimos de lo formal, de lo meramente procedimental para entrar en el fondo del asunto hay poco que hablar. Pero es que, en una democracia, no deberíamos descartar lo formal nunca porque son precisamente las formas las que marcan el límite entre la autoridad legítima y la arbitrariedad del poder. Ese es el origen del totalitarismo, como nos recuerda diariamente Sánchez. En cualquier caso, la rebelión de Tudanca –posible oxímoron– no deja entrever un asunto de fondo.
No hay en todo lo que ha sucedido un matiz ideológico, un levantamiento contra las políticas del PSOE por romper la igualdad entre los españoles, la solidaridad entre ellos, la redistribución de la riqueza o por perjudicar y empobrecer a los castellanos y a los leoneses y sus servicios públicos a cambio de un poquito más de tiempo de decadencia de Sánchez en Moncloa. No hay una crítica al daño irreparable a la democracia –según el pseudomedio fascista 'The Economist'–, ni del desprecio a las instituciones, ni de la corrupción de su partido y, más en concreto de los procesos en el entorno de su líder. Nada de eso. Solo se trata, como dijo el alcalde de León, de carguitos, de silloncitos, de cuotas de poder.
Y eso hace muy difícil aplaudir a Tudanca. Una cosa es que tenga razón –la tiene– y que haya mostrado cierta valentía para denunciar públicamente las prácticas mafiosas y la máquina de fango de su propio partido y otra muy diferente que tenga la autoridad moral para pedir el voto a los castellanos y leoneses asumiendo, como asume, las políticas y prácticas de Pedro Sánchez. Si Tudanca quiere realmente salir reforzado de esta y tener opciones de liderar el cambio en Castilla y León tiene que dar el paso del todo, desmarcarse de esta etapa que el tiempo querrá borrar y tener la valentía y la honradez suficientes como para enfrentarse a las políticas del gobierno y no solo a las prácticas de la dirección de su partido. De cualquier modo, me temo que todo tiene sus tiempos y que ahora estamos en la fase de limitarse a denunciar el pucherazo bananero para que los suyos se pongan de su parte sin que ello implique necesariamente una crítica a Sánchez sino solo a Cerdán, cuya cabeza doy por hecho que se cobrará en el Congreso Federal de Sevilla. Pero si Tudanca vuelve a ser elegido por los suyos como secretario autonómico, algo me dice que habrá de pasar pantalla y situarse ya sí abiertamente en el ala crítica del partido a nivel ideológico para optar no solo a liderar la Junta –como muestra–, sino quizá también quizá el propio PSOE –como calla–.
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