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Miguel Delibes con sus perros. El Norte
Delibes es nuestro Hemingway
Óxidos y vallisoletanías

Delibes es nuestro Hemingway

«Los excesos de uno y la austeridad del otro son, quizá, solo diferentes maneras simbólicas para expresar un mismo miedo y una misma soledad»

José F. Peláez

Valladolid

Domingo, 6 de agosto 2023, 00:13

Hay en Filmin un documental de tres episodios que se llama 'Hemingway' y que dura, en total, unas cuatro horas. Como estoy de Rodríguez, me la he ventilado entera esta semana, aunque, a decir verdad, creo que me podría haber visto enteras las filmografías de ... Alfred Hitchcock, John Ford y Woody Allen porque hay que ver lo que da de sí el tiempo cuando decaen las obligaciones sociales, las llamadas urgentes, las responsabilidades familiares y uno puede, por fin, entregarse por completo a trabajar. Bueno, a trabajar y a ver el documental de Hemingway, que es un trabajo como otro cualquiera. Porque es este uno de los temas que más me interesan y que más me inspiran: Hemingway, Scott Fitzgerald, Dos Passos, la generación perdida, el París bohemio de los pintores, la Europa de entreguerras, la América del Jazz, la época de los escritores de verdad, los que aspiraban a la obra perfecta y no a comer tres veces al día. Pero es que, además, el documental está bien hecho –con voces de Peter Coyote, Jeff Daniels y Meryl Streep–, es bastante riguroso y no tiene nada de panegírico a mayor gloria del personaje central. En ese sentido tiene algo de ese 'Juan Belmonte, matador de toros', de Chaves Nogales. Consigue conservar esa distancia afectiva con el protagonista y parece anclarse a esa forma de narrar tan fría, tan cierta y tan minimalista que definía al propio Hemingway. Si su estilo insinuaba sin explicar, el documental también lo hace. Es la teoría del iceberg, según la cual el texto es solo la parte visible de un bloque de hielo que se oculta bajo la trama. Y que se llama realidad. Esto llega a su summum en un relato que se llama 'Los asesinos', una obra maestra en la que desde la primera palabra notas que pasa algo, pero no sabes qué. La economía narrativa y la escasez de recursos –entiéndanme– hacen que la tensión se corte y que el ambiente te ahogue sin saber exactamente qué está sucediendo, qué ha pasado antes ni qué va a pasar después. El centro de la historia no es lo que pasa, sino un elemento que está ausente.

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