Belorado o el populismo religioso
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Óxidos y vallisoletanías ·
Cuando antes se tenían dudas acerca de un tema ibas a una biblioteca, a un experto, a un sabio. Hoy vamos a Twitter o a YouTube a leer la última sandez de un chaladoEn este mundo hay gente que piensa que la tierra es plana, que es hueca, que nos fumigan con 'chemtrails' desde el cielo dejando estelas químicas para controlar el clima, que las vacunas llevan un microchip para que Bill Gates nos tenga controlados y que ... las elites torturan a niños para extraerles una cosa que se llama 'adrenocromo' y drogarse con ello. Hay gente que cree que Elvis está vivo, que el hombre no ha llegado a la luna o, mucho peor: gente que cree en el comunismo. Hay gente que cree que 'ellos' quieren que comamos bichos. ¿Quiénes son 'ellos'? Pues no se sabe, las élites, los que gobiernan el mundo en las sombras, los reptilianos, puede que el Real Madrid. Otros piensan que hay una pizzería de Nueva York involucrada en una red de tráfico sexual liderada por Hillary Clinton. Esta chorrada llegó hasta el punto de que un señor se presentó armado para liberar a esos niños supuestamente retenidos por Hillary en el sótano. Evidentemente todo era falso y, gracias a Dios, no hubo que lamentar víctimas en el episodio.
Todo esto es posible gracias a Internet y las redes sociales. Cuando antes tenías dudas acerca de un tema ibas a una biblioteca, a un experto, a un sabio. Hoy vamos a Twitter o a YouTube a leer la última sandez de un chalado. Las redes y todo el material que circula a través de ellas han logrado ser un arma de desinformación masiva. Porque además no te esperan, como la biblioteca, sino que van hacia ti. Y la gente normal, que no tenemos tarados en nuestro entorno acabamos estando expuestos a las locuras de un tarado de Oklahoma. Y olvídense, no hay esperanza, Internet no va a acabar jamás, por lo que esa tendencia conspirativa y negacionista es imparable. Ante ello no se puede hacer nada más que invertir en educación, intentar tener hijos cultos y formados que lean mucho y bien, que sepan discernir, que vean documentales y películas interesantes, que visiten museos y exposiciones y que lean periódicos serios. Pero hemos llegado a lo opuesto y todo lo anterior es percibido por algunos como costumbres de gente alineada. Ellos, así, son los rebeldes, los 'despiertos', los que huyen de Matrix y ven la vida desde fuera de la caverna de Platón.
El problema es que cuando entras en este bucle no se puede salir. Todas las teorías conspirativas acaban por estar relacionadas, cada gilipollez es mayor que la anterior y cualquier persona, desde el salón de su casa, puede radicalizarse y perder el contacto con la realidad creyendo poseer la Verdad absoluta. No ayuda en absoluto que los gobiernos nos hayan mentido sistemáticamente en asuntos como la pandemia, con comités de expertos que no existían dando información falsa y difundiendo toneladas de basura que los medios serios han propagado, algunos con buena voluntad, algunos ni siquiera eso. Toda esa irresponsabilidad da alas al perfil conspiranoico, que una vez pierde la confianza en lo 'oficial' la pierde para siempre. Y como no podemos vivir sin algo a lo que asirnos, se llega a foros de friquis negacionistas en busca de cobijo y dopamina.
En este entorno, no debe sorprendernos que unas monjas de Belorado (Burgos) se declaren 'sedevacantistas', es decir, que afirmen que desde el Concilio Vaticano II no ha habido ningún pontificado válido y que todos son unos impostores y unos rojazos apartados de la fe. Es parte de lo mismo. Hay una tendencia populista en toda la sociedad y la religión no está a salvo. Cada vez más personas se alejan de la Iglesia católica, pero lo peor no es eso, sino que muchos de los que se 'quedan' están cada vez más radicalizados, existiendo un grupo no menor de 'fieles' que sostiene posturas fundamentalistas, ultras y de un sectarismo atroz que, por supuesto, nada tienen nada que ver con el mensaje del Maestro. Entre ellas, las más peligrosas son las que anclan el cristianismo al tradicionalismo, a la defensa de un modo de vida 'tradicional', como si nuestra religión fuera, qué sé yo, una reunión de requetés, un club de tiempo libre, una comunidad de amish. O peor aún: como si nuestra religión fuera una postura ética -o estética- a la defensiva del mundo en vez de un proyecto de salvación. Un proyecto, por cierto, basado en el amor y el perdón. Jesús no vino a defender una tradición sino a volarla por los aires. Ese es nuestro referente.
Pero haríamos mal en culpar en exclusiva a la Iglesia, que no es la culpable sino la mayor víctima de esto. Es la Iglesia la más perjudicada por estos grupúsculos de extrema derecha que desvirtúan el Evangelio y lo convierten en una herramienta política, en una herramienta de odio, de segregación y de condena moral a todo lo que nos les gusta. Me niego a llamarlos 'ultracatólicos' porque 'ultra' significa 'más allá' y me temo que hay quien ni siquiera ha llegado. Es decir, en todo caso son infracatólicos. Sus discursos contra el Papa son constantes, lo que no hace más que refrendar que Francisco era necesario, que sigue siéndolo y que el que le suceda ha de ir aún más allá en el mismo camino, que no es otro que el que comenzó hace dos mil año un galileo que de tradicional no tenía nada y que si hoy viera lo que algunos hacen en su nombre no tardaría en volver a hacer lo que hizo en su día con los fariseos. Las consecuencias de este intento de secuestro de la Iglesia por parte de sus enemigos las tienen delante: chavales fanatizados, fieles radicalizados y monjas cismáticas y sedevacantistas enfrentadas a Roma por su falta de legitimidad y entregadas a gente cuya mayor revolución es la inmobiliaria. Si esto es lo que piensan religiosas supuestamente formadas en la doctrina, no quiero pensar en el cacao que puede tener resto. Se comprende que quieran dar la misa en latín y de espaldas. Supongo que así nadie recordará la belleza inmensa del mensaje de Jesús.
Si alguien conoció el Concilio Vaticano II fue nuestro querido Jiménez Lozano, cuya obra a ese respecto está más vigente que nunca. Supongo que pedir a algunos que la lean es demasiado. Y aunque la mayor parte de los sacerdotes y de fieles no están en esa vía, puede que ya sea tarde para algunas cosas: se ha conformado un coctel peligrosísimo y postmoderno, una deriva calvinista y puritana que pretende vincular catolicismo con tradicionalismo, con extrema derecha y con nacionalismo. Y el problema no es solo que como consecuencia de ello muchos se alejen de la Iglesia sino, fundamentalmente, que a quien atraes es a gente que acaba yendo a misa como quien coge una espada, que reza como quien lanza un conjuro, que para defender la familia ponen un autobús que agrede a niños homosexuales, que creen que cuidar el planeta es una postura de 'rojos' o que acoger inmigrantes es destruir no sé qué civilización. No sé qué será lo siguiente. Quizá decir que «amaos los unos a los otros» es una consigna diabólica.
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