Secciones
Servicios
Destacamos
A sí es, el verano, que en esa modalidad tan moderna de las olas de calor se estaba resistiendo, llegó al fin; y no se podrá decir que llegó solo en lo meteorológico, porque también en otras muchas cosas se adivina caliente, sea por los ... acontecimientos recientes de la vida política, sea por los que se esperan para después del impasse de la canícula, si es que ésta concede un respiro, que no siempre ha sido así. En cualquier caso, estas fechas tienen algo de fin de temporada y son bastante propicias para el recuento.
Bastará un somero repaso al estado actual de las cuestiones más relevantes. Una buena parte de ellas han ocurrido o van a ocurrir en breve en el ámbito internacional y en niveles de notable impacto general. Quién podría dudar que la próxima elección del Presidente norteamericano ocupa una buena parte del interés, por la incertidumbre y por lo que siempre está allí en juego, especialmente en un momento de conflictos abiertos como es el presente. La propia peculiaridad de los candidatos, uno seguro, con crecida euforia por el certero disparo en una oreja, el otro en trance probable de dejar de ser candidato por razones obvias, no hace más que añadir espectacularidad a la confrontación, que, en términos globales, se sitúa en un contexto de polarización ideológica sin precedentes.
Ahí están también, para confirmarlo, los recientes procesos electorales en el Reino Unido y en Francia, e incluso en la Unión Europea. Se extendió un amplio regocijo con los resultados de esos dos países, y hasta hubo quien aseguró que ingleses y franceses no habían hecho otra cosa que seguir la estela marcada por España hace ahora un año, aquel 23 de julio. Estimación, creo, bastante apresurada. Esos resultados, muy favorables para la versión inglesa del progresismo, que son los laboristas, y tranquilizadores para los franceses, que votaron más al Frente Popular que al Frente Nacional, no se pueden entender sin tener en cuenta el respectivo sistema electoral. En Inglaterra aplican un sistema mayoritario en distritos uninominales donde se elige un diputado, y solo uno; si un partido gana allí por un voto, se lleva el escaño, lo mismo que si gana por mil votos. Ya imaginarán el efecto, que puede distorsionar la representación y la correlación entre votos y escaños, que tiene ese sistema, tan querido allí porque suele dar una estabilidad difícil de conseguir con sistemas electorales proporcionales, como es el nuestro. Pero los ingleses son así: conducen por la izquierda, pesan y miden con otras pautas, pagan con otra moneda, y tienen un sistema electoral muy suyo. Distinto es lo de Francia, pero también peculiar: el sistema de doble vuelta produce a menudo agrupaciones de voto negativas, entre sectores de votantes que nunca votarían lo que van a votar, pero lo hacen para evitar que gane un tercero. Esta curiosa aplicación de la teoría del mal menor también distorsiona, aunque tenga efectos favorables para ciertos objetivos.
Antes de seguir convendrá advertir, aunque sin duda ya lo habrán percibido, que una buena parte de la inquietud electoral en los casos citados, sea en Europa, sea en América, está relacionada con el auge político que ha ido alcanzando, aunque de manera no homogénea, la ultraderecha. Los discursos políticos, aquí en España de manera insistente, están centrados en eso; frenar a la extrema derecha es una de las proclamas más frecuentes en el debate político diario, y en torno a ello se desarrolla gran parte de la polarización ideológica, social y cultural en que nos movemos. Y no quiero pasarlo por alto, porque la reciente espantada de VOX de Gobiernos regionales que compartía con el PP ha introducido un dato nuevo, e importante, en esa dinámica.
Sea dicho que el motivo invocado, la acogida de menores emigrantes, que llegan a nuestras costas solos y en precaria condición, es uno de los menos entendibles, habiendo por medio una cuestión humanitaria que no puede ser desplazada por ninguna otra apelación política o estratégica. Absurdo parece, pero se ha producido, y el problema ahora es cómo se vaya a desenvolver la gobernabilidad en esas Comunidades. Se ha dicho que la ruptura es un regalo para el PP, una oportunidad para poner en marcha iniciativas y proyectos más moderados que eran dificultados por un socio incómodo. Yo también lo creo así, aunque hará falta algo de tiempo para percibirlo. Añado por mi cuenta que también debería ser una ocasión para la reflexión en el PSOE, demasiado acostumbrado a manejar un discurso muy monotemático del que obtener rentabilidad política con la asimilación incondicionada del PP y VOX; allá donde no tenga alternativa propia, y la única sea repetir o anticipar elecciones, habría de modular la posición si de verdad quiere contribuir a la estabilidad y, de paso, a frenar a la ultraderecha. Por supuesto, siempre que el PP, gobernando en minoría, tenga verdadera voluntad de diferenciación. Al fin y al cabo, la historia europea, tan castigada por los extremos, se hizo así, con complicidades transversales. Un ejemplo reciente lo tenemos ahí al lado, en Portugal: la derecha moderada renunció a formar gobierno con la más extrema y los socialistas lo facilitaron con la abstención; llevan un tiempo así, todavía escaso, pero no se sabe que la fórmula esté dando especiales problemas que no puedan solucionarse con la negociación y el acuerdo.
Será éste, sin duda, uno de los asuntos a seguir a la vuelta del verano. Lo demás, mientras tanto, está como está. Con la incertidumbre catalana, pendiente de resolver un asunto tan delicado como el de la financiación exigida, porque las particularidades en ese terreno son dinamita pura. Con la inseguridad pendiente en la aplicación de la amnistía por el Tribunal Supremo (miren lo que pasó: hubiera bastado amnistiar la malversación, sin más matices, si se quería amnistiar la malversación; pero quedaba mejor poner que no sería amnistiable la malversación con enriquecimiento; y se abrió así la posibilidad de interpretar jurídicamente si solo hay enriquecimiento cuando lo malversado supone un ingreso, o también cuando evita un gasto). Intentar quedar bien en asuntos de difícil venta tiene estos riesgos. Con el debate siempre pendiente de tratar el problema de la emigración como un asunto europeo allí y de estado aquí; porque está bien cargar sobre la oposición el tanto de culpa si es menester hacerlo, pero tampoco es de recibo que Cataluña, que son socios del Gobierno, quiera, también en esto, rancho aparte. Con la difusa propuesta de regeneración democrática, tan difícil de aplicar al derecho de información y a la libertad de expresión, y tan compleja de administrar si se ha puesto en la mesa empujada por asuntos de índole particular, en los que tengo bastante claro que no hay ilegalidad, pero no tengo tan claro que no haya imprudencia.
Mucha tarea pendiente, ya ven. Así que descansen lo que puedan, pongan su atención en otras cosas; porque éstas que he citado, y otras más, se nos echarán encima aunque no queramos. Y cuídense.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.