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Los otros acuerdos

Hay, principalmente, acuerdos políticos y económicos; y hay, indistintamente, acuerdos precisos, cerrados ya en su contenido, y acuerdos abiertos, que exigirán una negociación complementaria a lo largo de la legislatura y que encierran en sí mismos una incertidumbre añadida, pues a menudo se da a su cumplimiento un valor condicionante de la continuidad del apoyo

Jesús Quijano

Valladolid

Domingo, 24 de diciembre 2023, 00:39

Ocurre con frecuencia que si nos situamos ante un conjunto muy variado de objetos y entre ellos hay uno que destaca por su tamaño, por su singularidad, por su belleza, por su valor, o por cualquier otro motivo, se pone en él la atención y ... todos los demás que le acompañan terminan pasando desapercibidos o, al menos, no suscitan el mismo interés.

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Pues algo de esto ha podido pasar con el conjunto de acuerdos que se firmaron entre el PSOE y los diversos grupos que apoyaron la investidura de su candidato. La amnistía concentró todas las miradas, y todo lo demás, quizá con alguna excepción relativa, pasó a un segundo plano. ¡Y vaya si hay materia abundante y de interés para el análisis! Hasta se podría escribir un tratado comentando punto por punto y en profundidad todos y cada uno de los puntos contenidos en los diversos acuerdos.

De manera que, una vez que la amnistía ha cedido algo en la presencia mediática, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que haya dejado de ser de interés preferente en el debate político y seguirá presente de continuo, parece llegado el momento de poner la atención en los demás acuerdos y de hacerlo con criterio selectivo, pues su variedad y su volumen harían imposible un tratamiento exhaustivo en este limitado espacio. Baste recordar que solo en las 48 páginas en que se materializó el acuerdo entre el PSOE y Sumar para el Gobierno de coalición se contienen 230 medidas de toda índole, con predominio de las económicas y sociales. Y si se tiene en cuenta que se firmaron cinco acuerdos particulares más (con ERC, Junts, PNV, BNG y CC, no con Bildu, al menos externamente), podrá tenerse una idea aproximada del fabuloso alcance de lo acordado y comprometido. Queda, incluso, la impresión de que cada grupo llevó su plataforma reivindicativa completa a la mesa de negociación, sabiendo que la necesidad de sus votos facilitaría esta vez la aceptación sin mucho reparo ni resistencia, como así parece que fue a la vista del contenido de cada uno de los acuerdos. Debió considerarse que la ocasión era propicia y es bastante obvio que se elevó al máximo el precio de los apoyos.

Vayamos, pues, con los aspectos más notorios. Como antes decía, la variedad y cantidad es tanta que puede hacerse una clasificación de doble entrada: hay, principalmente, acuerdos políticos y económicos; y hay, indistintamente, acuerdos precisos, cerrados ya en su contenido, y acuerdos abiertos, que exigirán una negociación complementaria a lo largo de la legislatura y que encierran en sí mismos una incertidumbre añadida, pues a menudo se da a su cumplimiento un valor condicionante de la continuidad del apoyo. Todo lo cual dibuja un escenario verdaderamente complejo de compromisos cruzados y superpuestos que no será fácil gestionar. Habrá mucha tela que cortar a medida que se vayan desarrollando, así que me limitaré ahora a destacar los que me parece que tienen mayor alcance en los acuerdos políticos y en otra ocasión, o en varias, se podrán considerar los abundantes acuerdos económicos, que abarcan medidas de financiación, condonación de deuda, cesión de tributos, garantía de inversiones, traspaso de nuevas competencias (algunas de tanto calado como la red de cercanías en Cataluña o el régimen económico de la Seguridad Social en Euskadi), compromisos de gasto en servicios públicos esenciales y mucho más.

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En ese apartado de los acuerdos de mayor significación política están, sin duda, los que hacen relación al conocido 'asunto identitario' que los partidos nacionalistas plantean como cuestión esencial. ERC y Junts lo formulan como expresión de un conflicto político; el PNV como exigencia de un reconocimiento nacional, y hasta el BNG se asocia a la idea, aludiendo al sentimiento nacional de pertenencia. Todos ellos, catalanes y vascos, con el horizonte de una consulta, tras un proceso de diálogo, negociación y acuerdos, que ya se anticipa que habrán de responder a las demandas mayoritarias de los respectivos Parlamentos, y llama la atención que esta expresión, tan relevante por lo que puede suponer de línea roja en las aspiraciones nacionalistas, esté literalmente reproducida en el acuerdo con Junts y en el acuerdo con el PNV (véase el punto 2, último apartado y el punto 1. 2., segundo apartado de los respectivos acuerdos). El acuerdo con ERC es algo más tibio al respecto, pero contiene igualmente la afirmación de que «los acuerdos a que se pueda llegar sobre el marco político de Cataluña puedan ser refrendados por el pueblo catalán» (en exclusiva, se entiende). En el caso del PNV lo que se dice es que el acuerdo alcanzado, primero en las instituciones vascas y luego en las Cortes Generales, sea posteriormente ratificado por el pueblo vasco, pero se señala un plazo orientativo de un año y medio para alcanzar el acuerdo, una vez que se inicie la nueva legislatura vasca.

Es el acuerdo con Junts el que precisa más: el objetivo es la celebración de un referéndum de autodeterminación, convocado por la vía del artículo 92 de la Constitución, olvidando tal vez que el problema, más que la forma de convocarlo, es el contenido de la consulta, pues antes de que una parte del territorio nacional pueda decidir por sí misma la permanencia o la secesión, el artículo 2 de la Constitución tendrá que dejar de decir que «la unidad de la Nación española es indisoluble» y que ha dejado de ser «la patria común e indivisible de todos los españoles», y eso exige un referéndum previo en el que participen, precisamente, todos los españoles. Es cierto que, en ese acuerdo, el PSOE fija una posición de defensa del Estatut, declarándose abierto a un amplio desarrollo y a un pleno despliegue del autogobierno y de la singularidad, sin límites muy precisos. Pero Junts cierra el texto con una enigmática y amenazante declaración: «la estabilidad de la legislatura queda sujeta a los avances y cumplimientos de los acuerdos que resulten de las negociaciones que detalla el punto segundo»; y, en este punto, tras un relato claramente parcial y sesgado de aquel lamentable 'procés' que culminó en el referéndum ilícito de 2017, los dos partidos aceptan que el resultado electoral del 23 de julio abre una oportunidad histórica de resolver el conflicto histórico-político de Cataluña.

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Así que el escenario que se dibuja no es precisamente tranquilizador. Hay demasiada determinación en una parte, y demasiada ambigüedad en la otra. Y es probable que en esa mesa de Ginebra, bajo la atenta mirada de un enojoso verificador internacional, se hayan cruzado algunos papeles, donde quizá haya objetivos, máximos y mínimos, tiempos, plazos y límites, que, de momento, no conocemos y nos gustaría conocer.

¡Haya, pues, paciencia! Y, de momento, tengan ustedes una feliz Navidad y que el nuevo año, además de ser próspero, minimice las incertidumbres, ya que no será fácil que las elimine.

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