Las fechas traen esto. El desencanto de las vísperas. Los días que caen, la amapola tan mía que sale, y los campos con algo ya de mayo en los bordes de las carreteras nuestras sin curvas. Las fechas coinciden, digo, y es por eso que ... las elecciones vascas de hoy caen tan cerca del día regional, que habrá quien crea que existe un Dios algo juguetón que juega con el calendario. En el País Vasco por fin se han dado cuenta que el muñeco que ha mandado allí desde siempre es ETA, y que el espíritu de los asesinados siempre sobrevolará los hayedos, por mucho que los herederos de los chicos de las nueces le den cinco vueltas a las palabras, y se preocupen por el calentamiento global, que es una cuestión en la que el Parlamento vasco tiene mucho que decir.
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Coinciden los comicios vascos, casi por horas, con nuestro día, en el que los más sanos políticamente, incluso los que en rigor no podemos hacer nuestra esta fiesta por venir de otras partes de la Gran Castilla, vemos el 23 A una forma de España posible y probable. Que puede reivindicar el pasado, que se rebeló contra las circunstancias y que, sobre todo, siempre ha mirado hacia adelante. Se trata de que en este proyecto de éxito que fue España hasta casi antes de ayer, hubo quien se llenó el cazo con la equidistancia del violento y el hecho diferencial. Y también quien se sabe madre de una nación que ya ni siquiera se toma en serio. Luego están los leonesistas, con su eterno juego de lo mismo, y el INTRUSO arriba firmante entiende que todo es circular hasta Miranda de Ebro, y más arriba, siempre que va abril por su segunda quebrada.
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