Los tres del lechazo

Ese sin subir de cero y el lechazo que entraba como si fuera agua. No es, la que digo, una tertulia de las de paseíllos de egos. De egos que siempre cuentan la misma anécdota por los siglos de los siglos. Nosotros no. Nosotros atendemos a la sangre carnívora que suele llamarnos por febrero.

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Al lado de la chimenea, el creativo, que ganará el Nadal, emula a Morante. Se habla de ganaderías, y en el móvil suenan tres o cuatro pasodobles. Me insisten en que me haga cazador, pero a estas alturas sólo cazo desde el rifle del telefonito. El psiquiatra relata los importantes beneficios psíquicos de un lechazo largamente conversado. Uno recuerda, en su tierra, un restaurante castellano donde Manolo Alcántara degustaba este manjar mientras hablaba de los discursos de Churchill o recitaba de memoria a Santa Teresa con eso de que Dios está entre pucheros. Todo esto viviré un miércoles de febrero mientras aparco la actualidad, el mundo que nos están dejando. La felicidad está en los momentos gustativos. A vivir se aprende entre lechazos. Lo demás es la insoportable necedad del comedor de coles.